Una nueva generación está creciendo en la Unión Europea con un nivel de vida más bajo que el de sus padres. La juventud europea se enfrenta a una elección, o se integra aceleradamente o va a la deriva prolongada hacia la insignificancia y el paro. Las elecciones europeas de Mayo no van a cambiar Europa. Europa únicamente cambiará cuando los candidatos políticos para los Gobiernos de sus países tengan una mentalidad europea y estén de acuerdo en delegar el poder a unas instituciones verdaderamente europeas, justas y solidarias. En democracia la política ha consistido siempre en un equilibrio entre lo que el pueblo espera y lo que realmente funciona. Sin embargo, en Europa se ha tratado demasiado sobre lo que le gustaría a cada nación que fuera el mundo y demasiado poco sobre aquello que produce resultados tangibles para la gente. En lugar de litigar sobre cuáles son las políticas preferibles, necesitamos un esfuerzo paneuropeo para determinar las mejores prácticas europeas en cada sector y adoptarlas en todo el continente. Porque las soluciones para nuestros problemas actuales tiene que ser transnacional, o no será. Un viejo proverbio judío dice que “cuando te enfrentes a dos alternativas elige la tercera”. No se trata de sustituir la gerontocracia de Europa por una dictadura de los jóvenes. Si no de un movimiento de todos aquellos que, independientemente de su edad, están de acuerdo en producir un importante desplazamiento intergeneracional del poder. Necesitamos que los jóvenes y los menos jóvenes trabajen juntos de una manera nueva y con un sentido de la libertad y de civilización distinto. No hay un solo cambio social importante hecho sin el protagonismo de los jóvenes. La democracia en nuestro país no la trajeron un rey condescendiente y unos señores encorbatados, sino miles de jóvenes que hicieron de la libertad su bandera y su forma de vida. Un sueño que la derecha más conservadora no puede arrebatarnos ahora proclamando el fin de los derechos sociales y del estado de bienestar, y convirtiendo la mayoría de los servicios públicos en negocios privados. Tanto Europa como este país son de los jóvenes, porque ellos son el futuro. Es necesario decirlo, gritarlo e imprimirlo. No podemos aceptar con naturalidad la salida de los jóvenes de nuestro país y su no participación en el diseño de nuestro futuro. Nuestra historia individual es colectiva, de todos, jóvenes y menos jóvenes. Así que los jóvenes tienen que unirse en toda Europa para echar de nuestras vidas las viejas políticas, esas políticas obsoletas que tanto daño nos han hecho. Se necesitan métodos y políticas nuevas e innovadores para dejar atrás las crisis y tantos errores del pasado. Los jóvenes tienen hoy un reto que es recuperar la fe en su capacidad para modificar la realidad. Así que, sin ninguna duda, ha llegado la hora de los jóvenes.