Rafael Arroyo. Aún siendo este mundo un inmenso y permanente escenario de teatro, vemos poco teatro, también leemos poco teatro y, menos que nada, escribimos teatro, al menos yo, que solo me atrevo a teclear reflexiones personales delante de la pantalla del ordenador.
Así que, descartando momentáneamente la lectura y la escritura, ya habrá tiempo para escribir sobre ello, nos centraremos en la asistencia al teatro, razón por la cual estoy escribiendo este artículo embargado de cierto desanimo al leer un llamamiento publicado en facebook: “El festival de teatro de Avignon nos ha contratado todo el mes de julio con Las Bacantes y Dead Hamlet y necesitamos hacer frente a los gastos del desplazamiento, por ello recurrimos a una campaña de crowdfunding, para conseguir la financiación…”
Triste, muy triste para quienes haciendo del arte dramático una profesión transmisora de cultura, tengan que acudir a tales fuentes de financiación con la que abastecer sus necesidades económicas y de subsistencia. Y cuando existen oportunidades para representar en festivales tan importantes como el de Avignon, tengan que acudir a campañas de financiación ajenas a lo que debería de ser una constante en los poderes públicos: financiar la cultura.
Y es que vemos poco teatro porque demandamos poco teatro. Las escasas representaciones no cubren las necesidades económicas de una compañía. La taquilla se resiente. Actores y actrices viven la constante incertidumbre de una profesión infravalorada… Podría seguir dibujando el negro panorama actual del teatro, pero prefiero quedarme con la siguiente cita:
“Quienquiera que condene el teatro es un enemigo de su país.” Voltaire.
Esa sí que es una profunda reflexión sobre los valores del teatro. Todos somos culpables de su consentida ausencia, pero aún los son más, quienes teniendo la posibilidad de fomentar, proteger y subvencionar el teatro, solo se contentan con interpretar, de un modo egoísta, su papel político y personalísimo en este permanente y gran teatro del mundo. Así pues, sería aconsejable que muchos grabaran en sus mentes la cita de Voltaire.