IAM/ALJ Existe un problema para la vuelta a una cierta normalidad en Cataluña después de que se realicen las elecciones democráticas del 21-D, y es el de esa masa social catalana dispuesta a inmolarse junto con sus líderes y eso, además de tener mal arreglo, no amaina sino que acrecienta cada día más la épica colectiva.
El mundo en general tiene un problema de líderes. Hay demasiados que son corruptos, ineptos o irresponsables. Algunos están locos. Muchos combinan todos estos defectos. Pero también tenemos un problema de seguidores. En todas partes, las democracias están siendo sacudidas por los votos de ciudadanos indolentes, desinformados o de una ingenuidad solo superada por su irresponsabilidad. Creo, por supuesto, que hay que esforzarse en buscar mejores líderes. Pero también hay que mejorar la calidad de los seguidores.
Ciudadanos mal informados o políticamente apáticos los ha habido siempre. Al igual que aquellos que no saben por quién están votando -o contra quién-. Pero ahora las cosas han cambiado y los votos de los indolentes, los desinformados y los confundidos nos amenazan a todos en Cataluña, en España y en Europa. Internet hace más fácil que los peores demagogos, oscuros intereses y hasta dictaduras de otros países manipulen a los votantes más desinteresados o distraídos. La Red no es solo una maravillosa fuente de información, sino que también se ha convertido en un tóxico canal de distribución de mentiras transformadas en armas políticas. Y no son solo los apáticos. En el polo opuesto están los activistas, cuyas posiciones intransigentes hacen más rígida la política, como ocurre con la CUP en Cataluña. Porque quienes están muy seguros de lo que creen encuentran en la Red refugios digitales donde solo interactúan con quienes comparten sus prejuicios y donde solo circula la información que refuerza sus creencias.
Los independentistas catalanes, no tanto los sobrevenidos y circunstanciales de los últimos años, necesitan creer que su país es tan odiado como odiado es por ellos el resto de la nación española, cuando no es así. Lo que si tengo claro es que animadversión general, no hay, pero si hartazgo y saturación hacia los políticos nacionalistas catalanes y, en menor grado, hacia la masa que los sigue y se deja azuzar por ellos. Nunca tanta mediocridad provocó tanto daño a un país. Lo que está ocurriendo en Cataluña es la muestra en negativo del viejo discurso de Churchill: pero aquí no ha habido ni sangre ni sudor ni lágrima, sino una gran mentira, llegada después de una gran vergüenza como ha sido el pujolismo. Incluso se podría decir que sin la gran vergüenza de la corrupción pujolista no se hubiera podido organizar la gran mentira del independentismo. Nunca tan pocos hicieron tanto daño a tantos.