Dice Manuel Vicent, que cada año cuando se acerca el 14 de abril la conciencia republicana vuelve a instalarse en el corazón de muchos españoles. Para unos es solo una idea platónica; para otros es una meta política que debe ser conquistada de nuevo. Denostada o añorada, lo cierto es que aquella primavera de 1931, para la mayoría de ciudadanos que no la conocimos, ha quedado como una reserva natural, que a los ingenuos imbatibles nos permite imaginar que una política limpia, feliz y creativa es posible.La mayoría de los historiadores coinciden en que las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, siempre se concibieron como un plebiscito sobre la monarquía, y es evidente que la legitimidad democrática se impuso a la legalidad de un régimen agotado y corrompido parecido en parte al actual. Un régimen monárquico que tampoco había dudado en saltarse su propia legalidad cuando lo considero conveniente. Pero una importante dosis de audacia, permitieron que la Republica llegara por segunda vez a España entre celebraciones y alegría popular.La República, impulsada por el regeneracionismo estableció su primera meta en la conquista de la cultura como un derecho al alcance de todos, el único camino para llevar este país a la modernidad. En solo dos años el analfabetismo, un mal español endémico, fue prácticamente erradicado. Fue precisamente la cultura y la enseñanza el principal campo de batalla que dividió la política en bandos irreconciliables a derecha e izquierda, debate que todavía permanece en nuestros días.En el fondo la República es solo una categoría de la mente, un anhelo de limpieza política y moral, un clima propicio para que florezcan las artes y las ciencias con la igualdad de oportunidades para el talento y el esfuerzo. Si este propósito hoy se cumpliera no habría necesidad de cambiar de régimen y hasta los Reyes celebrarían el 14 de abril. Y puede que la monarquía se convirtiera automáticamente en republicana.