TCAM/REDACCION
Y si tienen dudas, lean el libro “La revolución de los vikingos”, de Elvira Méndez Pinedo, profesora de Derecho en la Universidad de Islandia. Esta española lleva 11 años residiendo en su capital y ella sola -o casi- luchó contra los abusos de la banca en ese país. El verano pasado se dedicó a tratar de desmigar las claves de la crisis con un aderezo muy personal, su vivencia en Islandia y el referente español. Su conclusión, la política de recortes y austeridad por sí sola no funciona. Y nos recuerda que lo dice todos los días, el que más sabe del tema, el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz. En Islandia los recortes se hicieron racionales y coordinados en el tiempo. El Gobierno de centroizquierda se planteó como prioritario preservar el Estado de bienestar nórdico. Eso creó un colchón para sus ciudadanos. Hubo una moratoria de dos años a los desahucios, más general que la aprobada en España. En 2010, cuando se iba a acabar la moratoria, hubo una gran manifestación y se amplió. El Estado declaró la quiebra de los tres bancos principales, levantó otros tres nuevos y creó depósitos bancarios para los residentes con el montante que tuvieran antes de la quiebra. Los acreedores o los inversores sufrieron las pérdidas bancarias, pero estas no se trasladaron al resto de la población. Se impuso un control de capitales, que aún existe. No se podía sacar dinero del país que no estuviera ligado a la economía real. En Islandia ahora no hay terreno para los especuladores. El control de los capitales fue total, si no se hubiera creado una fuga de capitales dice Méndez Pinedo en su libro. Además con el control de capitales, el dinero empezó a circular, circular y circular como si fuera una partida de la oca, lo que benefició a su economía. Lo que se ha hecho en Islandia -dice- se puede hacer en España, pero a escala europea. En Islandia sin los planes de austeridad de España se recuperó la economía. Los recortes fueron escalonados, se procuró un ajuste fiscal y presupuestario que no provocara pobreza y exclusión social, aunque también se produjo. Pero se intentó evitar en la medida de lo posible por el Gobierno. La clave fue el no rescate indiscriminado de los bancos, que libró a Islandia del destino de Grecia, Irlanda o España. Y también de la deuda externa. La interna la asumió el Estado, porque Islandia no tenía un gran déficit. España, como hizo Islandia, tiene que determinar qué deuda es moral y debe ayudar a pagar la sociedad y cuál no. También el criterio de territorialidad ha sido importante para salir de la crisis, Islandia primero es lo que está levantando el país, pero eso va en contra del mercado interior europeo, que tanto beneficia a los alemanes. Queda claro en el libro que la factura pasada por la crisis a los países europeos, pertenecientes o no a la UE, será inolvidable. Nada después de ella será igual. Los europeos nos moriremos diciéndoles a nuestros nietos que no confíen jamás en los bancos. Pero nada se tendrá en pie en esta Europa de nuestras culpas, sino somos capaces de crear entre todos una nueva moral, otra justicia y un nuevo estilo de vida. Alternativa que ya funciona en Islandia apoyada por el pueblo. Pueblo que tiene un gobierno eficaz, ajustado a la realidad económica y, por supuesto, al sentido común. Me pregunto, si será por eso, por lo que esta información no aparece, como sería normal, en los medios de comunicación de nuestro país.