La mayéutica del PP. Por: Ángel Luis Jiménez

El “método socrático” consiste en la utilización del diálogo para llegar a la verdad. El filósofo ateniense Sócrates utilizaba primero la ironía socrática, haciendo que su interlocutor mediante el dialogo comprendiera su ignorancia. Después usaba la mayéutica, activando mediante preguntas su curiosidad para que lo condujera al conocimientos y, por tanto, a la verdad.

 

Cuanto diálogo le hace falta al PP. Ahora está enrocado en una conducta violenta y en una agresión constante, como si fuera disciplina de partido. Para el PP es más importante acordar las agresiones que los argumentos, pues pretende eviscerar o destripar sentimientos y no razonar o buscar la verdad.

Así es la nueva dialéctica del PP: obligatorio colocar un insulto en todos los espacios posibles donde debería ir un argumento, empezando por el Congreso de los Diputados. Y francamente no me esperaba que también llevaran esta conducta al Parlamento Europeo.

El pasado miércoles fue azogante ver ese Parlamento Europeo vacío y con un puñado de españoles dándose garrotazos dialécticos sobre la futura ley de amnistía. La imagen de los españoles vociferando sin poder entenderse producía tristeza. Y, al final, el PP recibió de Europa la misma respuesta de siempre: el problema catalán es un asunto interno de España.

Parece como si en Génova regalaran un kit de insultos al alistarte, perdón, afiliarte, como disciplina de partido: hijo de puta, sociópata, traidor, fake, guerracivilista, déspota, ególatra, irresponsable, sectario, autoritario, felón, mentiroso, mediocre, ilegítimo… Me repito, pero como ya he dicho para esta organización parece más importante acordar las agresiones que los argumentos.

Los improperios no son fruto del enojo o la pasión, sino, al contrario, son su razón. Así, el PP lleva años demostrando que, quien debería dar ejemplo de diálogo, no está dispuesto a hablar. La persuasión verbal, sencillamente, no va con ellos. Y esa es la razón por la que, en el actual sistema de partidos, no pueden pactar con nadie, excepto con Vox.

Hijo de puta, por ejemplo, no es un insulto cualquiera. Está lleno de todos los valores emocionales, raciales, clasistas y machistas que cabe imaginar. Es la clase de insulto que todos intentamos no decir porque sabemos que va contra la razón y contra la dignidad de las personas y no únicamente contra la dignidad de quien lo recibe.

Cada día está más claro que Vox es el aliado natural del PP, pero no porque posean un discurso común sino porque están dispuestos a compartir la estrategia verbal con la que castigar a sus oponentes. Y así el PP recurre sistemática y no casualmente a la agresión. Es su manera de diagnosticar la realidad y de sancionar conductas políticas sobre la base del pecado, como si sus dirigentes fueran curas en vez de políticos. Así que les asiste la razón divina, por eso no necesitan argumentos.

A quien cree en Dios no se le puede convencer con palabras de que no existe. Igual que tampoco se puede persuadir a un ateo de la existencia divina. Las creencias, por definición, no dialogan, no progresan, no se modifican, no se inmutan. Solo se hacen viejas. Y es desde ahí, desde la creencia, donde lanzan sus peores insultos a Pedro Sánchez.

A Pedro Sánchez lo acusan de haber cambiado de idea sobre la amnistía, sin darse cuenta de que en democracia se puede cambiar de idea todas las veces que uno quiera. La democracia es de hecho la barra libre del cambio dialogado y consensuado. La democracia es, en este sentido, el demonio del PP, pues para ellos no hay praxis política más allá de la tierra sagrada, las esencias españolas y la ruptura de España.

Y esa es, en el fondo, la desgracia de este país, donde el enfrentamiento entre izquierda y derecha se ha convertido en la lucha entre un bando táctico contra uno mítico. Qué pena. Con la falta que nos hacía una oposición a la altura de las circunstancias. Qué vamos a hacer, tendremos que conformarnos con una verdulera, digo frutera, como Díaz Ayuso, y que sigan generando crispación para a continuación responsabilizar de ella a los demás.