IAM/REDACCION
Si mañana en España se convocaran elecciones generales, a la derecha le seguirían votando 10 millones de ciudadanos, pese a los escándalos de corrupción. Y me temo que, como siempre, la gente culpabilizada de izquierdas se quedaría en su casa y no iría a votar.En el país, dice Manuel Vicente que en teoría la derecha es el poder y al poder le pertenece por naturaleza la hacienda, el caballo y la pistola. La ideología de la derecha es el dinero. El ideal de la derecha es el orden en la calle y la caja llevada hacia el negocio redondo. Eso sí, siempre apalancada por la Iglesia, los banqueros, los empresarios y la barra de la justicia. Y, por supuesto, su coartada es la patria. Muchos me dirán que estos no son más que un cúmulo de lugares comunes, pero no importa porque todo lo dicho explica por qué la corrupción de la derecha, por muy obscena que sea, en lugar de afectar a la esencia del poder se detiene en unas personas corruptas concretas, no va más allá, como por ejemplo el tesorero Bárcenas del PP.Por el contrario, la izquierda en teoría no es un poder sino un sueño de igualdad, de fraternidad y de justicia. Trata de despertar lo más noble del individuo para ponerlo al servicio del bien común. Es crítica con el poder y en su afán de redención de los desheredados a veces asalta el Palacio de Invierno. Aunque ahora esas son cosas del pasado, porque parece gozar más poniendo la otra mejilla. Puede que también esto no sea más que un cúmulo de frases gastadas, pero explica por qué no se precisa que la corrupción de la izquierda sea muy grave, como a veces lo es. Basta con que cualquier concejal socialista meta la mano en la caja para que todo el idealismo y la moral se pudran de raíz hasta dejar a toda la izquierda en medio de la ciénaga. La izquierda no necesita morder la manzana, con solo olerla es expulsada del paraíso. Por eso, no tengo la menor duda, si mañana en España se convocaran elecciones generales, seguirían votando a la derecha 10 millones de ciudadanos, pese a los escándalos de corrupción. Y me temo que, como siempre, la gente culpabilizada de izquierdas se quedaría en su casa y no iría a votar. Solo espero que eso únicamente siga ocurriendo hasta que la corrupción se haya hecho tan asfixiante que ese injusto equilibrio se rompa algún día, y de repente todo se revolucione, estalle y cambie de verdad este país.