IAM/A.L.J. En estos tiempos donde la economía lo marca todo, la Constitución Española puede ser un texto subversivo por lo imperativo de sus derechos sociales.
El periodista Iñaki Gabilondo hablaba en estos términos en un debate con el expresidente del Tribunal Constitucional Pascual Sala, organizado por la Asociación Valenciana de Juristas Democráticos y en conmemoración de la ratificación de la Constitución Española por el pueblo español, un 6 de Diciembre de hace 35 años. Desde entonces, cada año se conmemora oficialmente ese día aunque sin otorgarle el rango de fiesta nacional, tal y como debería ser.
La enumeración de los derechos recogidos en la Constitución por parte de Pascual Sala provocó un agudo comentario de Gabilondo que despertó la hilaridad del auditorio. “La Constitución ha sonado siempre a texto subversivo. Tanto, que he pensado que, de un momento a otro, iba a aparecer alguien y se iba a llevar detenido a Sala”. Tras las risas, el periodista recalcó que la Constitución parece fatigada de tanta sangre como se le ha extraído y ante el auditorio, que abarrotó la sala del céntrico hotel donde se desarrolló el debate, instó a salir del acto con alguna reflexión. “En el Estado de derecho hemos de creer todos” y “hay que practicar la autocritica”. Remachando su intervención con estas palabras: “Necesitamos ser gobernados y en este momento el Gobierno solo está llevando la contabilidad”. Y es que gobernar es escuchar la realidad o la verdad efectiva de las cosas y después anticiparse. Pero en el reino del PP nunca pasa nada.
Estos días debemos recordar y debatir sobre la influencia de la Constitución actual en nuestra vida social y política, incomparable con cualquier otra anterior, si exceptuamos la de Cádiz de 1812 o la Republicana de 1931, que apenas tuvieron vigencia. Las otras constituciones anteriores parecían leyes más que constituciones, ya que podían ser modificadas por simples decisiones parlamentarias sin ni siquiera requerir mayorías cualificadas. La Constitución actual en cambio es una norma emanada del poder constituyente, que reside en el pueblo español y no de un poder constituido (art.1.2 CE), su rango jerárquico es superior al resto de normas del ordenamiento (art.9.1 CE) pudiendo el Tribunal Constitucional declarar nula cualquier norma con rango de ley contraria a la Constitución (art.159-165 CE). Por tanto se trata de una norma jurídica suprema que está por encima de todas las leyes, tanto por su consenso y legitimidad como por su eficacia jurídica.
En la actualidad hay motivos razonables para pensar que ciertos aspectos de la Constitución deberían ser modificados. De hecho, algunas instituciones políticas y la ciudadanía demandan desde hace años cambios constitucionales debido a notorios defectos que exigen su rectificación. Por ejemplo ciertos aspectos de las autonomías, o el sistema electoral en relación con unos partidos opacos y poco democráticos que tienden a monopolizar todos los poderes o el disfuncional modo de gobierno de los jueces. Según el profesor de Derecho Constitucional Francesc de Carreras y otros constitucionalistas hay necesidad de hacer reformas. Sin obviar que el valor político de nuestra Constitución radica en que fue aprobada por una gran mayoría mediante consenso y que lo constitucional, como siempre se ha dicho, es lo no votable o modificable por un Parlamento.
Una vez dicho esto, podemos plantearnos si la reforma que se pretende es conveniente, es decir, si es necesaria jurídicamente y oportuna políticamente. Y es que si se pudieran obtener los mismos efectos por cambios legales sería preferible, al menos hasta que haya una mayoría equiparable a la que aprobó por consenso el texto constitucional de 1978. En definitiva, solo hacer los cambios imprescindibles, y cuantos menos mejor, si no hay consenso. Está claro que las demandas de reformas existen y muchas de ellas tienen sólidos fundamentos, pero el debate en serio todavía no ha comenzado y el antagonismo entre los principales partidos no permite ver perspectivas que favorezcan el consenso necesario. Así que, en esta situación, aún estamos lejos de un horizonte de reformas constitucionales. Pero, no importa, seguimos teniendo una gran Constitución, aunque a algunos les suene subversiva.