Más de tres décadas lleva la comunidad científica anunciando lo que ya es más que una evidencia, un padecimiento.
Ayer en la cumbre de la Organización de Naciones Unidas (ONU) su secretario general Antonio Guterres, abrió la Asamblea General con estas palabras: enfrentamos la cascada de crisis más grande de nuestras vidas, entre ellas la del cambio climático, la pandemia global, amenazas a la paz y los derechos humanos y crecientes brechas, mientras la solidaridad está ausente en la acción, justo cuando más la necesitamos.
¿Quién no ha visto algunas de las películas apocalípticas que muestran el terrible escenario de una humanidad destruida, por plagas bacteriológicas, por desastres climatológicos, por guerras
? Hasta no hace mucho las grandes amenazas mundiales se situaban en el entorno extraterrestre. Ahora amargamente se reconoce que la especie humana ella sola es capaz de lo inimaginable: Desertizar medio mundo, sumergir bajo las aguas todas las costas actuales, disolver los casquetes polares y los grandes glaciares
La tecnología, cual poderosa herramienta en manos de bebé sumamente egoísta, a buen seguro hará mucho daño. Y la gran tragedia es que de esta guardería llamada Tierra, no es posible escapar. Cientos de proyectos multimillonarios están en marcha precisamente para garantizar a unas pocas personas poder salir de este mundo enfermo al que sus líderes han declarado desahuciado, para colonizar otros planetas. Millonarios presupuestos que aplicados a frenar el Cambio Climático, sin duda lo conseguirían. Por ello aún se está a tiempo de exigir el cierre de todas las iniciativas que distraigan del objetivo de supervivencia esencial que es preservar todas las formas de vida del planeta Tierra.
De inhumana y aberrante se puede calificar el mantenimiento de costosísimas investigaciones aeroespaciales, mirando a las estrellas cuando, la casa común de la humanidad, se quema. Todas las potencialidades, todas las energías, todos los recursos disponibles deben aplicarse a impedir el Cambio Climático, que ya nadie duda que ha provocado un sistema de producción a escala mundial antinatural e inhumano. Si el sistema productivo y sus cadenas de distribución y consumo no se reorientan drásticamente no hay futuro. Y como ocurre con la muerte lo más difícil no es el último suspiro, sino la agonía, muchas veces eterna, que se vive antes de expirar.
Cada 24 de septiembre esta urgencia se vive con más claridad y se confirma desgraciadamente que ¡No se está actuando! Y si se pretende que a fuerza de subir el recibo de la luz, por aquello de compensar la huella de carbón, largo lo fían y sin tiempo para cobrarlo. Los efectos ya son devastadores para multitud de poblaciones que se han quedado sin agua. Ya se están produciendo migraciones multitudinarias para encontrarla. Lo peor, mucho peor, está por llegar y no parece que eso ocurra el siglo que viene porque ¡ya está aquí! La pregunta es ¿a qué se está esperando? Mañana 24 en las calles y plazas de miles de ciudades del mundo se visualizará la angustia de una humanidad aunque sigua en general solamente sorprendida.
Fdo Rafael Fenoy