IAM/Redacción A los españoles nos da vergüenza ser españoles. La leyenda negra surgida en el siglo XVI pervive dentro y fuera de España y los sucesos de Cataluña no han ayudado a aplacarla, pues vivimos en una permanente exaltación del hecho diferencial y en un limado sistemático de todo lo que es nuestra cultura común.
España no ha sabido venderse como lo han hecho Francia, Inglaterra o Estados Unidos. ¿Qué imagen hemos vendido de España? Ninguna. Podría haber vendido la incorporación de todo un continente a la civilización occidental, o la salvación de las razas indias, gracias a Fray Bartolomé de las Casas, o la globalización del planeta gracias al descubrimiento de América y del Pacífico, o la creación de los derechos humanos, que se instauran en el siglo XVI por la Escuela de Salamanca… pero no lo ha hecho, son trenes que se han dejado pasar.El hispanista francés, Joseph Pérez, autor de obras como “Mitos y tópicos de la historia de España y América” (Algaba) o “La leyenda negra” (Gadir), dice: “Me parece que hace falta una iniciativa para blanquear la leyenda negra y actuar contra los mitos y tópicos existentes sobre España y a los que no se ha sabido reaccionar con fuerza. A mi juicio, en toda historia nacional hay páginas negras, y no es que haya que borrarlas, pero tampoco es imprescindible hacer hincapié en ellas una y otra vez. Todos los pueblos han sido capaces de cometer barbaridades”.También tenemos otra palanca argumental para la defensa de lo español del historiador e hispanista estadounidense Stanley G. Payne, pero, sobre todo, en contra de esa imagen injusta y errónea del papel hispano en el pasado y en el presente. En su libro “En defensa de España, desmontando mitos y leyendas negras”, que ganó el Premio Espasa de Ensayo, el pasado año, dice: “La leyenda ha sido invocada con más frecuencia en la historia de España que en la de cualquier otro país occidental. Se observan en ello grandes dosis de envidia y resentimiento…” Hace falta una ofensiva político-cultural a través del Instituto Cervantes (170 sedes acreditadas en el mundo) para reivindicar sin prejuicios y, sobre todo, sin complejos la españolidad y sus supuestas virtudes, enseñando la lengua española en todo el mundo y difundiendo la cultura en español, tanto la de España y sus nacionalidades, como la del nuevo Mundo. Pero este Gobierno tiene que creérselo y dotarlo incondicionalmente con los medios necesarios, porque ahora no lo hace. Hasta cerró en su día el Instituto Cervantes de Gibraltar. Y, por supuesto, no plantearlo en términos de batalla contra lo anglosajón, porque no tiene sentido, el mismo British Council (el equivalente británico del Cervantes) acaba de recomendar a los ciudadanos del Reino Unido que aprendan español, lengua que ha calificado como de futuro. Así que incrementar la autoestima del mundo hispánico se ha convertido en una tarea inaplazable para este Gobierno y todos los que vengan.