La figura del ministro principal de Gibraltar, Fabian Picardo en los 620 días que lleva gobernando ( fue elegido en las elecciones generales de Gibraltar de 2011 tuvieron lugar el 8 de diciembre de dicho año), tanto por lo que ha dicho como por lo que ha hecho, pariendo frases lapidarias jaleadas por unos, y que a otros les hace acordarse de hasta su abuela la española republicana, y no digamos por lo que ha hecho de hostigamiento a los pescadores culminando su faena arrojando los ya tristemente famosos bloques de hormigón en la zona de pesca, no deja indiferente a nadie, y es sin duda alguna “el padre de la criatura” de un conflicto que comenzó casi en plan doméstico y que por llega ha recalado incluso en la Unión Europea. Conflicto en el que se han vivido momentos de gran tensión y peligrosos, sin que afortunadamente haya ocurrido nada irreversible, y conflicto a que no se le vislumbra un final ni inmediato ni feliz y en el que hasta El Infierno está metido de por medio junto con los bloques de hormigón “made in” Picardo.
Y en base a todo esto, está claro que el ministro principal de Gibraltar Fabian Picardo repetimos, no deja indiferente a nadie ni allí en su Roca ni mucho menos a este Lado de la verja, ya que Picardo genera todo tipo de sensaciones que van desde la simpatía y empatía a la antipatía, la aversión, la repulsión e incluso el odio, todo ello conjugados de forma distinta en una y otra parte de la verja, aunque hay no pocas excepciones que confirman la regla en uno y otro sitio, ya que ni todos los yanitos quieren elevar a Picardo a los altares ni todos los españoles quieren declarar a Picardo “persona nom grata” que es donde quería llegar para decir que si algún colectivo diera ese paso el que firma sólo preguntaría:; ¿Dónde hay que firmar? Y es que con Picardi llegó el escándalo y la intranquilidad, sin beneficio para ninguna de las partes implicadas, no es ni mucho menos una persona grata.
NOTA: En un uso no diplomático, calificar a alguien como «persona non grata» no tiene ninguna consecuencia jurídica, inclusive cuando quien se pronuncia en tal sentido es una Administración Pública, por lo que tan solo significa que la «persona non grata» no resulta del agrado de los miembros del órgano que optaron por tal distinción.