“El objetivo de una democracia es que el poder no sea de nadie, sino de todos, para que la democracia no muera”. Así lo expresaba la jueza Sotomayor cuando la Corte Suprema de EEUU se disponía a anular el derecho federal al aborto.
Sin embargo, el Estado de Kentucky, donde los republicanos dominan ambas cámaras, se ha convertido este miércoles en el cuarto estado, junto a Míchigan, California y Vermont, que han conseguido protección para los derechos de las mujeres en esta jornada electoral.
El escrutinio parcial de las elecciones de medio mandato en Estados Unidos arroja una ventaja de los republicanos -aunque por la mínima- en la Cámara de Representantes (se renueva en su totalidad) y deja todavía en el aire la composición del Senado (se elige a un tercio de sus miembros).
Los demócratas resisten en el Senado, donde la batalla está completamente abierta y, si persiste el empate, podría tener que decidirse en diciembre. Hasta ahora se repartían al 50% los escaños demócratas y republicanos (el voto de desempate correspondía a la presidenta de la Cámara, la vicepresidenta Kamala Harris).
La conquista demócrata conseguida en Pensilvania es clave, pero la disputa sigue en el aire en cuatro Estados: Georgia, Nevada, Wisconsin y Arizona. Entre los triunfadores indiscutibles de la noche está el gobernador de Florida, Ron DeSantis, que ha logrado la reelección (se celebran comicios a gobernador en 36 Estados), con lo que consolida sus aspiraciones a la presidencia de 2024 contra Trump.
Las elecciones de este martes en Estados Unidos otra vez transmiten una especie de urgencia existencial para la democracia, confirmando que la banalización de la violencia verbal puede acabar en violencia física, y que la falta de respeto hacia las instituciones es una amenaza real para la salud democrática.
La actual concepción tribalista y electoralista que de las instituciones tienen algunos políticos y parte de la ciudadanía pone en peligro su cualidad democrática. Porque la democracia no solo consiste en votar: es también el modo de funcionar de un sistema que apela a cómo nombramos a quienes integran las instituciones y a la pulcritud de las reglas que las hacen funcionar.
La situación de Estados Unidos nos enseña que, para que sobreviva una democracia, sus instituciones deben estar al servicio de todos. Esto implica que, cuando vemos al presidente o a la Corte Suprema, percibamos que todos estamos representados, al menos en aquello que concierne al interés general tanto en EEUU como en España.
Por eso son esenciales los acuerdos transversales sobre temas de Estado como la elección del CGPJ en España. Algo que es imposible si se demoniza al adversario y se partidifican las instituciones. No sé cuándo olvidaron nuestros principales partidos que la lealtad constitucional consiste en renunciar a posiciones maximalistas y apelar a la responsabilidad de quienes dicen que sostienen nuestra democracia.
Manuela Carmena, exvocal del CGPJ, ha hecho una propuesta muy clara sobre la elección del CGPJ que consiste en un procedimiento de votación directa, el único que es genuinamente democrático, y está amparado en nuestra Constitución. Y para cumplirlo anima a diputados y a senadores a votar. Está solución puede servir, aunque no está exenta de contradicciones, porque soluciones fáciles no hay.
Pero resulta inadmisible que la negociación sobre el Consejo General del Poder Judicial, se realice por dos agentes que, por muy presidente o jefe de la oposición que sean, carecen de legitimidad constitucional, pues esta negociación corresponde a las Cortes. Sigue siendo una realidad que hay normas legales objetivas incumpliéndose a sabiendas en una guerra abierta por ocupar el poder judicial, y las víctimas, como siempre, somos nosotros, pobres ciudadanos.
Un comentario
Los diputados andaluces en bloque acaban de votar lo que dictan los catalanes y vascos me gustaría saber cuantos de ellos lo han hecho de corazón y representando a quienes los han votado. Esto no es democracia, es partitocracia, hoy del PSOE y mañana del PP.