El orgullo de ser europeo. Por: Ángel Luis Jiménez

En estos últimos cien días han pasado más cosas en Europa que en los últimos 25 años, y no todas buenas. Este jueves se formalizó la última hazaña de Donald Trump en su miserable apoteosis de la egopolítica: el irresponsable plan arancelario que amenaza con causar estragos en el comercio mundial, incluyendo Estados Unidos. Un jueves negro para la prosperidad global.
Y para remate ese “Seremos los dueños”, dando a entender que el mundo ha de ser americano. Un sentido de la propiedad que se desprende de todos los poros del presidente norteamericano. Hay que reconocerle la capacidad de sorprender con una escalada de despropósitos que desborda las peores hipótesis sobre sus delirios. El nihilismo en acción. Trump en estado puro. El bombero que atiza el fuego.
Así que, la gran familia europeísta debe hacer el esfuerzo necesario para unirse en un mínimo común denominador que nos una a todos los demócratas ya sean progresistas, conservadores o liberales. Eso sí, poniendo de relieve sus valores, porque Trump ha roto de nuevo con las instituciones multilaterales creadas en la posguerra y empuja el mundo a un incierto nuevo orden, ejecutando un acto de autolesión económica que causará daños brutales a los consumidores, a las empresas y a los mercados financieros.
Cualquiera que conozca la larga y sangrienta historia de enfrentamientos en suelo europeo debería valorar y cuidar como una luminosa excepción los últimos ochenta años (1945-2025). Todos hemos podido disfrutar de derechos, libertades y condiciones de vida conquistados en esas ocho décadas, que ahora están en peligro por un autócrata (Putin) y un aspirante a autócratas (Trump), dos matones que solo entienden el lenguaje de la extorsión y solo acatan la ley del más fuerte.
La UE es una feliz rareza en la historia y en la geografía mundial, una comunidad política y ciudadana que tiene al Estado de derecho y al de bienestar como columnas vertebrales. Está en proceso siempre, es imperfecta y con muchos problemas, sobre todo por las dos grandes potencias que la flanquean: Rusia y EEUU. Aunque es un competidor imbatible para esos dos gánsteres con sus 450 millones de consumidores, una baza muy poderosa, de ahí que hagan todo lo posible por desarticularla, pero no los dejaremos.
La sociedad civil italiana lo ha entendido, y en una movilización espontánea, popular y transversal a la que han asistido alcaldes de distintas ideologías, ha salido a la calle a defender el orgullo de ser europeos. Ondeando básicamente la bandera de la Unión y recordando: “Nuestros verdaderos enemigos somos nosotros mismos cuando olvidamos nuestra fortuna”. Gracias a Dios, no lo olvidamos porque con lenguas distintas, tenemos un solo corazón.
Todos deberíamos sentirnos aludidos por el ejemplo italiano. Muchos españoles recuerdan aún cómo era este país cuando estábamos fuera de las instituciones comunitarias, y harían bien en contárselo a quienes no lo vivieron y añoran un pasado imposible. Así que, busquemos una plaza, como los italianos, donde olvidarnos de las diferencias que envenenan nuestra vida diaria para defender juntos el prodigio europeo.
Ninguna conquista política y social está garantizada para siempre, y ahora ha llegado el momento de defenderlas unidos todos los ciudadanos. En el peligro puede estar la salvación. Se precisan todas las voluntades políticas y los mayores recursos para garantizar la seguridad de Europa. Somos fuertes, pero no creemos en el derecho de la fuerza, solo creemos en la fuerza del derecho.
Frente al distante y elitista entramado de regulaciones y burocracia a la que sus enemigos tratan de reducirla para imponer sin cortapisas sus intereses económicos, Europa es, sobre todo, con el amparo de la ley, una garantía para que el más fuerte no se imponga sobre el más débil, se trate de un país o de un ciudadano. Europa son los europeos y europeas de a pie: su gente. Cuando la crisis económica de 2008, Europa actuó dividida, y la ciudadanía lo sufrió. Cuando la pandemia, luchó unitaria y solidariamente, mostrando su fortaleza y dando lo mejor de sí.
Ahora, Europa podrá estar amenazada, pero los europeos no nos vamos a rendir. Estamos juntos en esto, porque nuestra democracia y libertades nos importan, porque somos europeos y queremos seguir siéndolo. Además, lo que nos une es mucho más fuerte que lo que nos separa. Sabemos que tenemos historias distintas, pero también hay una común y una herencia compartida. No podemos dejar el mundo en manos de un par de gánsteres mafiosos. Ojalá prenda la mecha de Italia, porque la hora de Europa ha llegado y está en marcha. Así que, a la calle que ya es hora, y el 9 de mayo, Día de Europa, hagamos una fiesta popular donde sintamos todos el orgullo de ser europeo