Después, como se dice, ¡uno se acostumbra!, y deja de interesar el asunto. Pero es cierto que la puesta en funcionamiento del Instituto Cervantes en suelo español, al menos así reza el tratado de Utrecht, no lo olvidemos, es algo chocante. Varias consideraciones pudieran hacerse sobre la siempre mala noticia del cierre de una institución cultural. La primera que el Instituto Cervantes no es solamente una de ellas. Es mucho más, ya que se encuadra en el Ministerio de Asuntos Exteriores, el encargado de dirigir la política del Gobierno de turno hacia fuera, al extranjero.
Hay quienes entienden que desde el Instituto Cervantes se realizan tareas de muy diversa índole. Una de ellas especialmente relacionadas con la inteligencia del Estado y otra orientada a la protección y apoyo al desarrollo de intereses comerciales y empresariales de empresas españolas en el extranjero. Después de eso, pero mucho después, viene aquello de la cultura y lengua española, que en buena medida, ya que el turismo hacia España supone el 13% del Producto Interior Bruto, se comprende interesante.
Sorprende que se sorprenda la Sra Sáenz de Santamaría, Vicepresidenta del Gobierno español, cuando aporta el dato de que “La vicepresidenta argumenta que la institución sólo ha examinado a cuatro personas para obtener el diploma del idioma español”, ya que su colega ministerial Sr García-Margallo, dijo en febrero de 2014 y sigue diciendo que “excepto los simios, todo el mundo habla español” en la roca. Sobre las dos tareas antes citadas decir que poca inteligencia es posible aportar a la ya acumulada sobre asuntos gibraltareños y el apoyo al empresariado escaso que opera en la roca basta con conocer su exiguo papel en la economía llanita.Otra consideración a cuento de los objetivos de la institución, es que la existencia, durante cuatro años del Cervantes en Gibraltar, tampoco ha ayudado gran cosa, por no decir nada, a templar un clima crispado, que a los políticos llanitos les encanta mantener.
De otro modo el debate político municipal se centraría en temas del ámbito y calado de asuntos propios de una localidad de apenas 20.000 habitantes. ¡Vamos! que no daría para mucho tanta estructura administrativa, ministerial y parlamentaria. La política de “acercamiento” desarrollada en los acuerdos de Córdoba, lejos de ayudar ha provocado un engreimiento artificial de una de las partes, que debería pasar inadvertida, pero que sus dirigentes no desean en modo alguno evitar la fama, forzando y apresurando las situaciones en temas candentes. Pudiéndoles aplicar el dicho de que se queman el cielo por alcanzar la gloria.
Cansa tanto discurso “nacionalista”, por ambas partes, cuando de verdad, de verdad, lo que toca es hablar de economías, de dineros, de casi medio millón de personas que habitan un territorio con serios desequilibrios y arreglar este asunto asumiendo que formamos una sola comunidad y que la verja estorba al los pueblos y les hace mucha falta a los ricos y poderosos. Se impone trascender los caducos planteamientos. Gibraltar no será nunca española, porque ya todos los habitantes de este territorio somos europeos.
Un territorio que goce de las mismas oportunidades para conseguir el pleno empleo y un nivel de renta por habitante superior a la media europea. Para ello España y Reino Unido debe propiciar la creación de un territorio autónomo de la Unión Europea, que centrado en medio del estrecho abrace ambas orillas dando por finalizado una historia de desencuentros y resolviendo los contenciosos históricos que nos aprisionan en una desesperanza ancestral. El que Cervantes se pire de la roca brinda la ocasión de formular la utopía necesaria: ““Piensa en grande y tus hechos crecerán. Piensa en pequeño y te quedarás atrás. Piensa que puedes y podrás”. Frase que pudiera atribuírsele a PODEMOS, aunque su autor es el pionero de la medicina de trasplantes Christian Barnard.Fdo Rafael Fenoy Rico