Pues bien, existen en nuestro país dos grandes ciudades con puerto: Algeciras y Valencia, donde se amontonan graves peligros sobre la calidad de vida de sus habitantes por un modelo de desarrollo portuario incontrolado e insostenible. En ambos existen proyectos de construcción de nuevas macro terminales de contenedores de mercancías de más de 50 hectáreas con posibles afecciones medioambientales.
En Algeciras una vez aprobado inicialmente el Estudio de Impacto Ambiental y el Plan Director de Infraestructura por la Autoridad Portuaria, se ha iniciado el periodo de alegaciones donde los colectivos vecinales, sociales y ecologistas tomarán el protagonismo que no ha asumido hasta ahora el Ayuntamiento de Algeciras y su alcalde José Ignacio Landaluce. A nuestro Ayuntamiento se le olvida que las administraciones públicas e instituciones del Estado son patrimonio de todos y no cotos privados de algunos.
En Valencia el Ayuntamiento, con su alcalde Joan Ribó, ya ha hecho alegaciones a la declaración de impacto ambiental, porque los cambios introducidos a última hora sobre un muelle que se hizo hace doce años, exigen una nueva evaluación. También se argumenta desde el Ayuntamiento y el Gobierno de la Generalitat, presidida por el socialista Ximo Puig, que la lucha climática no era una prioridad de la agenda política en 2007, pero ahora si lo es.
El alcalde de Valencia ha hecho públicos estos últimos días sus recelos hacia unas obras que, salvo sorpresas de última hora, estaban a punto de adjudicarse a una filial de la naviera MSC, que explotaría la terminal en régimen de concesión de 35 a 50 años. Ribó, que no asiste al consejo de administración del puerto pese a ser miembro, se apoya en un informe realizado por el secretario del Ayuntamiento, donde se afirma que la modificación del proyecto (la ampliación de la línea de atraque de la terminal norte con respecto a su longitud inicial), conlleva afecciones al entorno, a la calidad del aire y a la fauna.
El alcalde de Algeciras no dice nada, y el secretario menos, pese a estar prevista la desaparición de la playa del Chinarral cuyos arrecifes serán dinamitados para el relleno de hormigón de la macro terminal. De hecho, ahora esta playa ni siquiera la limpia el Ayuntamiento, esperando a que se muera sola con la invasión de algas, impidiendo cada vez más su uso y disfrute por los vecinos. Se afectarán los límites del Parque Natural del Estrecho y la Reserva de la Biosfera de Andalucía, declarada por la Unesco en octubre de 2006 y que abarca algunos de los espacios naturales más sobresalientes de la zona oriental de la provincia de Cádiz, con nuestra Bahía dentro de sus límites.
Además, este territorio intercontinental engloba los Parques Naturales del Estrecho y los Alcornocales, con 117 especies de aves existentes, entre los ejemplares de fauna característicos de esta Reserva de la Biosfera.
Así que, por el futuro de Algeciras y de nuestros hijos, debemos tener muy en cuenta la sostenibilidad ambiental para no dañar más nuestra Bahía, y que no desaparezcan más playas. Porque los intereses económicos no deben estar nunca por encima del bien común. Y no hay un bien común más importante que el aire, la fauna y la calidad ambiental de nuestro entorno, bahía y frente marítimo. Por tanto, habrá que limitar el crecimiento del puerto, sin poner en peligro su desarrollo, porque la bahía de Algeciras por su extensión, batimetría y situación geográfica siempre será atractiva para las navieras. Más de 110.000 buques pasan al año por el Estrecho de Gibraltar, una media de 300 barcos al día.
El puerto de Algeciras, pese a la falta de un tren de mercancías y pasajeros, digno y electrificado, sigue creciendo anualmente en su tráfico total de contenedores y tránsito (más de 100 millones de toneladas año), pasajeros aparte. Por eso, no entiendo a qué y a quién temen las Autoridades Portuarias para no apostar por un desarrollo sostenible como el que reivindicamos los algecireños que pensamos en futuro.