En nuestra sociedad no todos somos iguales, sino que hay personas distintas, diferentes o con graves problemas de salud mental que las discapacita o las lleva al suicidio.
En estos días un menor autista de 15 años, ha sido hospitalizado tras lanzarse del balcón de su casa en Tarragona. Según el testimonio de su padre, antes de arrojarse el adolescente dejó escrito que no quería vivir “en un mundo donde la mala gente es aplaudida y las personas sensibles, nobles y de buen corazón siempre tienen las de perder”.
Íñigo Errejón, el diputado de Más País, uso su turno de pregunta para pedirle al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, detalles sobre los planes del Ejecutivo para resolver los problemas de salud mental generados por la pandemia. “Si digo diazepan, valium, o lexatín, todos sabemos de lo que estamos hablando. ¿Cuándo nos hemos acostumbrado a esto?”, cuestionaba Errejón. Al finalizar su turno, desde la bancada de la derecha que ocupan PP y Vox un diputado le ha gritado: “¡Vete al médico!”. Que exabrupto el de la bancada de la oposición, pero de esta derecha ya no me extraña nada.
La realidad es que esta semana un joven de 23 años sin recursos económicos, contaba en la prensa que había acudido a un servicio de urgencias en un hospital público de la Comunidad de Madrid, absolutamente desesperado y con un altísimo riesgo de suicidio. Salió con la receta de un ansiolítico, de un antidepresivo que tardará unas tres semanas en empezar a hacer efecto y con la derivación al Servicio de Psicología. A las 48 horas recibió una llamada para informarle de la fecha de su primera cita en Psicología: 15 de enero de 2024. Todo un mensaje desde la sanidad pública a sus usuarios: si no disponen del dinero suficiente para pagar a un psicólogo privado, el suicidio se convierte en una alternativa aceptable.
Porque la salud mental afecta a nuestra forma de pensar, sentir y actuar. Determina nuestra interacción con la vida, es decir, cómo gestionamos las situaciones, cómo nos relacionamos… La única vía para alcanzar el bienestar es encontrando un equilibrio entre los aspectos físicos y emocionales que atravesamos todos los días de nuestras vidas. La salud mental es algo que hay que ir construyendo activamente, es importante dar espacio a la expresión de nuestras emociones y dar lugar a que los demás nos expresen aquello que les duele, les emociona o les angustia. Es muy necesario detenernos y poder apreciar que salud mental es poder pedir ayuda sin sentir estigmas, es tener espacios que nos alojen y no que nos excluyan, es trabajar quiénes somos y alejarnos de lo que nos limita.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) son cerca de mil millones de personas las que sufren desordenes mentales, y el 14,3% de las muertes que ocurren en el mundo cada año (aproximadamente ocho millones de personas) son atribuibles a desordenes mentales. La depresión por ejemplo, es la principal causa de discapacidad. Según el Project Hope (Proyecto Esperanza), una ONG que se ha especializado en estos temas, dice, que en el mundo se suicida una persona cada 40 segundos. Pero la crisis en la salud mental no es de ahora, era ya una realidad preexistente antes de la pandemia de covid.
Esta es otra crisis mundial. Las estadísticas y estudios realizados en otros países europeos muestran las mismas tendencias generales. El Estado Mental del Mundo es un reporte del 2022 basado en encuestas a más de 220.000 personas en 34 países. El estudio muestra un deterioro en la salud mental de todos los grupos etarios y de género. También encontró que los países de habla inglesa tienen los menores niveles de bienestar mental y que, en términos de edad, el grupo de 18 a 24 años sufre la peor salud mental de entre todos los demás grupos encuestados.
Lamentablemente, la escasez de psiquiatras, psicólogos y otros profesionales de la salud mental es la norma mundial. Según Project Hope, dos tercios de quienes necesitan ayuda no la reciben, aunque existen tratamientos eficaces para tratar su dolencia. Muchos países de menores ingresos cuentan con menos de un especialista en salud mental por cada 100.000 habitantes. España tiene una media de seis especialistas en salud mental por cada 100.000 habitantes, cuando la correlación en Europa es de al menos el doble (y de 18 especialistas en muchos países).
Factores culturales e institucionales dificultan la atención al paciente. En muchos países y culturas tener problemas de salud mental es una vergüenza que es mejor esconder. Sufrir de problemas de salud mental puede hacer que se pierda el trabajo, la pareja o las amistades. Desde el punto de vista institucional está la dificultad de acceder al seguro de salud, especialmente cuando es privado y, para muchos, prohibitivamente costoso.
Afortunadamente, las cosas están cambiando. La inteligencia artificial y el tratamiento remoto vía internet permitirán el acceso al sistema de salud a pacientes que ahora no lo tienen. Hay prometedores avances en medicinas y tratamientos. En muchos países la vergüenza está siendo reemplazada por el activismo que busca darles visibilidad y recursos a estos problemas. Ningún problema puede ser resuelto si antes no ha sido reconocido, estudiado y debatido. La salud mental es una nueva crisis pandémica que requiere de más visibilidad, debate y atención. Así que de momento como mínimo hay que actualizar la estrategia nacional de salud mental y, por supuesto, doblar el número de psicólogos en la salud pública. Que menos.