Algeciras no te escondas: Compartir la primavera

A cambio, le pido que me ayude con esta crónica, con el solecito que me llama por la ventana necesito tiempo para recorrer calles y playas, para, con el resto de la población algecireña, llenar nuestra ciudad de vida.“Gilmore tenía razón cuando me dijo que la ciudad era diferente si la mirabas con sus gafas. Empezó a demostrármelo con un desayuno en El Sin Nombre, junto a un gran ventanal a través del cual, nuestra bahía se contempla con la paz y la nostalgia del pescador que dejó de faenar”.Nunca te cansas de caminar cuando el paseo es acompañado por una conversación interesante. Se nos fue la mañana del Sin Nombre al Palmones, donde nos saludaron las garzas, y del Palmones a la Plaza de Abastos, donde cayó la primera tapita del día. En la calle Convento, sobre ese tablero lleno de libros que forma parte de la ciudad, descubrí que Buenafuente ha publicado una nueva recopilación de monólogos. No hubo más remedio que reconocer ante Poison que no todo lo que se perpetra en televisión es basura.“Gilmore llevaba toda la mañana explicándome cómo era el bar donde íbamos a hacernos la siguiente cerveza. Sonrió cuando le dije que no podía ser tan genial, sabía que acabaría por darle la razón. Observando a la parroquia, coincidimos en que tanta gente tan diferente y tan bien avenida en un espacio tan reducido sólo es posible gracias a la inacabable fuente de buen rollo y alegría algecireña que emana de detrás de la barra. Si servir tapas es un arte, el Primo y la Prima son su máximo exponente; me cuenta que cada día en La Casita es una performance. Y para culminar el espectáculo, lo que sale de cocina es puro delicatessen del tapeo tradicional”.La Casita, nombre que parece puesto porque sí, está realmente lleno de significado. Un diminutivo para un bar pequeño donde cabe más gente por metro cuadrado que en ningún otro local de Andalucía. Posee, además, la receta para que los problemas y preocupaciones de la clientela se queden en la puerta, creando un concurrido espacio donde sólo se intercambian sonrisas o carcajadas. ¿No debería ser eso sentirse como en casa?“Sabía que al Sr. Gilmore le sabría mejor que nunca su gin tonic repantigado en una de las enormes butacas del Down Club pero a lo que me invitó él después de la copa no se lo podré compensar nunca. Me entregó a las manos de Marga, virtuosa masajista de Shiatsu que me llevó de viaje por el interior de mí misma, haciéndome descubrir rincones inexplorados hasta el momento. Me llenó de primavera y no pude evitar lanzarme a soñar con los secretos de la medicina oriental puestos al servicio del placer terrenal”.No se me ocurre mejor regalo para alguien a quien quiero que un masaje como el que disfrutó Poison aquella tarde. Al salir de Komundi le revelé mi secreto de escritor: cuando se me bloquea la inspiración, esa “Beatriz” a la que ya dediqué una de estas crónicas (La que trae la felicidad. 21.12.09) desata mis musas con su magia japonesa.“Convenzo a Gilmore para traspasar las fronteras de su amada Algeciras y enseñarle algunas de las cosas que se pueden hacer un viernes por la noche además de dormir. Me lo llevo a Palmones, al último concierto en el Ático del Jazz. Sí, el último, pero no se trata de un adiós sino de un hasta luego. La organización se toma un mesecito para prepararnos un nuevo espacio multidisciplinar donde, además de los conciertos a los que ya nos tenía acostumbradas, podremos contemplar exposiciones, disfrutar del teatro independiente, escuchar buena música y tapear que, repetimos, también es un arte.La Bud Spencer band nos levantó del asiento con una concatenación de clásicos del Rock and Roll interpretados con la energía que esos temazos exigían. El público estuvo a la altura y le arrancó a la Bud Spencer unos cuantos bises con los que demostraron que podían ser todavía mejores. La última noche en el Ático del Jazz fue una orgía de cuerpos moviéndose al ritmo de esa música endemoniada que los padres decentes prohibían a sus hijas”. Nuestro día hedonista terminó con noche de Rock and Roll y un cigarrito admirando las luces del puerto. Se nos hizo de día conversando sobre toda la primavera que queda aún por delante.

Sr. Gilmore y Poison Ivy

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