Pero el viernes por la noche hice un esfuerzo y me dirigí al Azabache, no podía perderme el esperado Tabanqueando en la plaza de la niña. Temas de Jazz con alma de Flamenco compuestos e interpretados al saxo tenor por Carlos Villoslada. Pero Carlos no iba sólo, sabe acompañarse de brillantes músicos. Juan Galiardo, orgullo de la comarca, volviendo locas a las teclas. Antonio Corrales, llamando la atención desde la segunda fila con las graves notas de su contrabajo, al que supo sacarle partido tanto sin arco como con él. Un Dani Domínguez en éxtasis baterístico a la percusión. Y Raúl Gálvez, cantaor de un flamenco elegante y sutil. El concierto se hizo corto aunque los artistas se portaron como caballeros regalándonos un postre inesperado. Disfruté, pero el virus debió disfrutar más porque, al llegar a casa, me di cuenta de que se había quedado en el Azabache, tal vez tomando gintonics. El sábado por la mañana podría salir a pasear bajo el sol de la mañana. Benditos sean los efectos curativos del Jazz Flamenco.
Si alguien de ustedes quiere someterse a la terapia curativa musical que ofrece Azabache Cultural, les adelanto el cartel de febrero. Primer viernes, el Blues de Alan Bike. Segundo viernes, Funk-rock a cargo de Atico Fun. Tercer viernes, fiesta Beatles con Los Cavernícolas versioneando a los cuatro de Liverpool. Y el último de febrero para The New Orleans Jump Band. Aún no he tenido el placer de escuchar a esos hombres y no puedo recomendarlos, pero si alguno de ustedes no habéis visto nunca en concierto a una banda de Dixieland aprovechad la ocasión porque es algo que hay que hacer, al menos, una vez en la vida.
Poison Ivy