Para poder seguir la vida del doctor Adolfo Sánchez Vázquez es necesario considerar algunos acontecimientos que nos pueden ayudar a entender su trayectoria. “Mi actividad política la inicié muy precozmente en Málaga, pues era difícil sustraerse al clima de entusiasmo que suscitó el nacimiento de la Segunda República”; luego, el torbellino de la guerra, “la guerra civil fue para mí una experiencia vital importante”; para desembocar en los largos días, que fueron años, del exilio, “en Séte, puerto francés del Mediterráneo, embarcamos en la primera expedición colectiva a bordo del Sinaia quince días duró la travesía llegamos a Veracruz el 13 de junio de 1939 Nos pusimos a encauzar nuestra nueva vida con la firme creencia de que ella constituiría un paréntesis de breves años hasta la vuelta a la patria”.
En 1933, Adolfo Sánchez Vázquez ya formaba parte del Bloque de Estudiantes Revolucionarios y ese mismo año ingresó a la Juventud Comunista. Sin embargo, la política no era su única ocupación y preocupación ya que la actividad literario-poética tenía también un lugar importante en su vida: “Dentro de mi actividad literaria de esos años, ya en el umbral electrizante de la preguerra civil, figuran mis colaboraciones en una sección de literatura de Mundo Obrero, órgano dirigido por el pc de España, así como mi trabajo activo, con José Luis Cano, al frente de una publicación política-intelectual, Línea, de breve existencia. También a este periodo corresponde la revista Sur, que en Málaga fundamos y dirigimos Enrique Rebolledo y yo”.
En Málaga “ciudad bravía que había dado el primer diputado comunista a las Cortes de la República que se caracterizaba también, en los años de preguerra, por una intensa vida cultural”, Adolfo Sánchez Vázquez realizó sus estudios de bachillerato en un ambiente propicio para su inquieto espíritu ya que tuvo cercanía con dos instituciones intelectuales de tradición liberal: la Sociedad Económica de Amigos del País, con su biblioteca circulante que contaba con prácticamente todas las novedades, “los jóvenes podíamos obtener una formación bastante al día gracias a esa biblioteca, teníamos acceso a la literatura universal, que incluía por supuesto a la literatura española de la época”, y la Sociedad de Ciencias que se caracterizaba por su programa de actos y conferencias, “recuerdo haber asistido ahí a conferencias de Unamuno, Ortega y Gasset, Gómez de la Serna y García Morente entre otros”.
En 1935 inició en Madrid sus estudios profesionales en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central. “La facultad orgullo de la política cultural de la República, era tanto por el pensamiento que la inspiraba como por la influencia que ejercía en sus aulas, la facultad de José Ortega y Gasset. En ella se cristalizaba su idea de misión de la universidad y, en cierto modo, se transparentaba su visión elitista de España y de la sociedad A la facultad sólo se podía ingresar después de pasar por las horcas caudinas de un tribunal presidido por el hombre de hierro y de confianza de Ortega, don José Gaos Aunque satisfecho académicamente, dado el buen nivel, me sentía extraño ideológicamente, pues nada encontraba en ellos que remotamente se abriera al marxismo Mi marxismo seguía siendo, por tanto, el de un autodidacta, y se desarrollaba casi exclusivamente fuera de la universidad, en un plano político militante”.
Sin embargo, la sublevación franquista de 1936 irrumpió en la escena política y social y no dejó lugar alguno para que Adolfo Sánchez Vázquez se “sintiera extraño ideológicamente” en las aulas universitarias: “La lucha apenas comenzaba. Desde el primer momento me sumé a ella a través de las tareas que me encomendaba la jsu, producto de la fusión de las juventudes socialistas y comunistas”.
Así, empezaba su periplo como militante social, comprometido con sus ideas y con su país; en 1936 fue director del órgano de expresión Octubre, y en 1937 asistió como delegado de su organización a la Conferencia Nacional de la jsu. El mismo año, Santiago Carrillo, a nombre de la comisión ejecutiva de la organización, le encarga la dirección del diario Ahora, tarea que desempeñó sólo algunos meses pero que le permitió asistir al II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas.
La guerra, esa extraña y compleja compañera de algunos momentos históricos, no daba respiro y, en septiembre de 1937 Adolfo Sánchez Vázquez se incorporó a la 11a. división y participó en la batalla de Teruel. Poco después pasó al Vo. cuerpo del ejército con el cual “hice todo el resto de la guerra en Cataluña hasta que después de la durísima batalla del Ebro nuestras tropas se vieron forzadas a cruzar la frontera Pasada la línea fronteriza pude llegar primero a Perpignan, donde hice contacto con mis jefes, y poco después con más audacia que recursos seguí hasta París donde la estancia estaba absolutamente prohibida para nosotros. De ahí me trasladaron a un albergue que la Asociación de Escritores Franceses había preparado para algunos intelectuales españoles Tras unos meses en que nuestro futuro parecía no sólo incierto sino sombrío las nubes de la guerra mundial se arremolinaban el horizonte se aclaró de pronto el general Lázaro Cárdenas abría las puertas de México a los refugiados españoles Y en Séte, puerto francés del Mediterráneo, embarcamos en la primera expedición colectiva a bordo del Sinaia”.
En México, “del que nada sabía salvo lo que me había contado en Madrid, poco antes de la guerra, Andrés Iduarte”, Adolfo Sánchez Vázquez orientó sus primeros pasos en una dirección política y cultural. Participó con Juan Rejano, Lorenzo Varela y Miguel Prieto, entre otros, en la fundación de Romance y Ultramar. También en la revista de la Junta de Cultura Española España Peregrina. Fue, asimismo, de los fundadores (llegaría a ser vicepresidente cuando León Felipe la presidió) de la Unión de Intelectuales Españoles en México.
“Llego a México con cierta concepción del hombre, de la sociedad y de la historia, así como del compromiso moral y político. Esa concepción, que yo traigo a mis 23 años de España, era el marxismo. Pero es en México donde éste se afina, se depura y afirma con mi actividad teórica y práctica”.
De 1941 a 1943 radicó en Morelia impartiendo clases de filosofía en el bachillerato, en el Colegio de San Nicolás de Hidalgo y desempeñó otras actividades alejadas, en estricto sentido, de la reflexión filosófica pero obligadas por su situación económica: dirigió una de las casas de los niños de Morelia, escribió novelas basadas en guiones de películas, y dio clases de español al personal de la embajada soviética.
De regreso a la Ciudad de México retoma los estudios universitarios. “Reanudé mis estudios universitarios en la Facultad de Filosofía y Letras de la unam Cursé todas las asignaturas de la maestría en letras españolas comencé a preparar mi tesis sobre El sentido del tiempo en la poesía de Antonio Machado que no llegué a terminar”. Así, entre la filosofía y las letras, en 1955 obtuvo en la Universidad Nacional el grado de maestría en filosofía con el trabajo “Conciencia y realidad en la obra de arte”, en el que “se reflejaba no sólo el estado de mi formación filosófica en aquellos momentos sino muy especialmente el lugar que ésta ocupaba en la filosofía marxista”.
Pocos eran, en los años cincuenta, los marxistas que se atrevían a brincar el muro de la ortodoxia impuesta por la Unión Soviética, entre ellos se encontraba Adolfo Sánchez Vázquez; su pensamiento riguroso y crítico y también las experiencias personales lo llevaban a cuestionar el régimen comunista imperante, que tenía su expresión perfecta en el “realismo socialista”.
“De la práctica ha dicho vendrían el estímulo y la exigencia de llevar esos intentos antidogmáticos hasta sus consecuencias más profundas. En 1954, nuestra organización del pce en México, se pronunció contra los métodos autoritarios y antidemocráticos del representante local del Comité Central El conflicto se había ido agudizando hasta desembocar en un abierto enfrentamiento entre la organización de México y el Buró Político. En 1957 el bp consideró que el conflicto no podía prolongarse más y tuvimos varias reuniones con la máxima dirección del pce en París. En estas reuniones la voz cantante la llevábamos Fernando Claudín y yo. El conflicto se resolvió de acuerdo con la aplicación habitual de las reglas del centralismo democrático: sometimiento incondicional de la organización inferior al centro. En este conflicto estaban ya, in nuce, todos los problemas dogmatismo, autoritarismo, centralismo, exclusión de la democracia interna, etcétera que reclamaban una solución nueva en el movimiento comunista mundial. La vieja solución dada a nuestro conflicto afectó seriamente mi actividad práctica, militante; desde entonces prometí ser sólo un militante de filas y consagrarme sobre todo a mi trabajo en el campo teórico”.
Así, Adolfo Sánchez Vázquez motivado por encontrar respuestas creíbles, ciertas, a “las cuestiones que plantea la construcción de una sociedad en nombre del marxismo y socialismo”, e inmerso en un ambiente de pluralidad filósofica que le brindaba el medio académico, mismo que le abrió la posibilidad de una serie de encuentros y diálogos con jóvenes filósofos, “los diálogos más frecuentes y más fecundos para mí todavía marxista autodidacta y ortodoxo fueron con los hyperiones Jorge Portilla y Emilio Uranga [que] ponían a prueba la consistencia de mis ideas. Con estos encuentros, así como con la literatura crítica que caía en mis manos, no sólo la de Sartre y Merleau-Ponty, sino también la de los jesuitas Gálvez, Bigo, Cottier y Chambre, y unidas a ellas mis lecturas de marxistas irreverentes como Lukács, Pannekoek, Korsch y Bloch, fueron quebrantándose, ya a finales de la década del cincuenta, los pivotes de mi adhesión a la versión institucionalizada, soviética, del marxismo. Pero, fueron sobre todo las interrogantes que brotaban de mi propia práctica política y las que se alzaban con el inesperado y sorprendente informe secreto de Jruschov en el XX Congreso del pcus”.
Así, con la crítica como herramienta primera del pensamiento y enfrentado a las contradicciones del “socialismo real”, las interrogantes pronto dejaron de serlo, el avance de los tanques y las tropas del Pacto de Varsovia sobre Checoslovaquia, no le dejaron sombras de duda, ese hecho “marcó decisivamente mi ruptura”; ruptura sí, mas con una política, no con la permanente búsqueda por encontrar respuestas a las cuestiones que plantea la construcción de una sociedad más justa, democrática y plural. “En un proceso gradual, que arrancaba de finales de la década del cincuenta, me vi conducido no ya a buscar cauces más amplios en el marco del marxismo dominante, sino a romper con ese marco que no era otro que el de la visión estaliniana del marxismo”.
El camino andado por Adolfo Sánchez Vázquez ha sido amplio y prolífico. Autor de más de una docena de textos, entre los que se encuentran, además de su libro de poesía El pulso ardiendo, Las ideas estéticas de Marx, Conciencia y realidad en la obra de arte, Filosofía de la praxis, Ética, Estética y marxismo (dos volúmenes), Del socialismo científico al socialismo utópico, Sobre arte y revolución, Filosofía y economía en el joven Marx, Sobre filosofía y marxismo y Ensayos marxistas sobre historia y política. Ha sido coordinador del Colegio de Filosofía de la Facultad de Filosofía de la unam, presidente de la Asociación Filosófica de México, presidente del Colegio de Profesores de Filosofía de la Facultad de Filosofía, miembro del Instituto Internacional de Filosofía, miembro del consejo editor de la revista Praxis International y miembro del comité ejecutivo de la Asociación Internacional de Estética.
Su relación con la Universidad Nacional es larga, desde 1959 cuando se le asignó una plaza de profesor de tiempo completo, Adolfo Sánchez Vázquez se ha ocupado y preocupado no sólo por la reflexión filosófica, sino que ha compartido generosamente sus pensamientos con cientos de jóvenes. Por eso cuando la unam lo designó profesor emérito, en 1985, sólo se formalizó una relación ya antigua y fructífera. Un año antes, la Universidad Autónoma de Puebla le había otorgado el doctorado honoris causa, reconocimiento que también le otorgó la Universidad de Cádiz en 1988.
Para Adolfo Sánchez Vázquez pensar el mundo de la filosofía de la praxis tiene que sujetarse a ciertas exigencias: “Mantener los ideales, fines o propósitos emancipatorios sin los cuales carecería de sentido la función práctica, vital, que asignamos a la filosofía.
“Apoyarse en el fundamento racional que nos proporcionan las ciencias, pues ninguna transformación del mundo será posible sobre la base de ilusiones, falacias o supersticiones.
“Suspender los prejuicios, argumentos de autoridad o sofismas que tienden a velar o justificar lo que tratamos de transformar.
“Adoptar una actitud crítica incansable en todas direcciones; como crítica de las ideas dominantes pero también de nuestras propias ideas y, a su vez, como crítica de la realidad existente pero también de la realidad que, orientados por nuestras ideas, hemos construido o pretendemos construir.
“Admitir finalmente el diálogo, la discusión, el intercambio de razones, lo que significa por tanto reconocer que no poseemos el monopolio de la verdad y que estamos abiertos a las razones y a la crítica del otro”.
Adolfo Sánchez Vázquez ha sido un pensador crítico y tenaz, marxista convencido de que las sociedades humanas no tienen cabida en rígidos esquemas dogmáticos, que la libertad, la igualdad, la democracia y la pluralidad no son palabras huecas que llenan las hojas de proclamas y discursos, sino las únicas señales que habrán de conducir a las sociedades a ser verdaderos espacios para que el individuo se afirme plenamente. “He llegado a la conclusión de que no obstante el fracaso histórico de los proyectos de emancipación social, el socialismo sigue siendo necesario, deseable, posible se hacen necesarias las teorías que contribuyan a realizar el proyecto socialista de emancipación. Y, entre ellas, sin ser exclusivo, el marxismo, entendido como proyecto liberador, crítica de lo existente, conocimiento de la realidad social a transformar y vinculación con la práctica”