De entrada aclarar aunque no haga demasiado falta tras un simple vistazo a la foto, que ni él era CHATO, ni ella era BELLA. Una pareja que se encontraron, se enamoraron y sin llegar a convertirse en “los amantes de Teruel”, si fueron la pareja de referencia en la Algeciras de los cincuenta y sesenta. El Chato era betunero (suena mejor que limpiabotas), y tenía un carrito con el que le hacía “los mandados” (suene a mi Algeciras) a la tienda de Millán y a la bodega de Acosta. Vivían en el Secano en un cuartito. El Chato y la Bella (él siempre por delante), eran clientes habituales de “La cabeza del Toro”, una bodega donde se bebían sus medias botellas (quitapenas), invitándose mutuamente: “ahora te toca a tí pagar·). En ocasiones y no pocas, la Bella cogía tal colocón o borrachera que el Chato la tenía que llevar su casa en el carrito. Una pareja muy popular, el Chato era una persona muy risueña que nunca se enfadaba (“un buenachón”), y ambos o los dos formaba parte del paisaje urbano de una Algeciras distinta y hasta distante. Popularidad que llegó a que una caseta de la Feria Real de Algeciras llevara durante muchos años el nombre de “El Chato y la Bella”