Si consiguiéramos adentrarnos en este inexpugnable lugar del planeta, un termómetro de mercurio ordinario no nos serviría para medir la temperatura, aunque sí lo haría el rápido descenso de nuestra temperatura corporal hasta los letales 28 grados. Se trata del punto más gélido de la Tierra, localizado en una alta cordillera de la Antártida a 90 grados de latitud. Los datos recabados por los satélites de la NASA y la USGS en 2010 han revelado la existencia de bolsas de aire a -93 grados Celsius.
Para determinar estos mínimos de temperatura, los científicos analizan la radiación térmica emitida por la superficie terrestre, patente incluso en las zonas más frías. El equipo detectó una graduación extremadamente baja en un tramo de casi 1.000 kilómetros a través de las cordilleras antárticas más elevadas, especialmente entre Argos y Fuji, e incluso temperaturas menores en algunas vaguadas. El sensor infrarrojo térmico (TIRS) a bordo del satélite Landsat 8 permitió cuantificar una temperatura exacta de -93 grados Celsius.
Las bolsas de aire frío se habrían generado a causa del calor irradiado por el suelo durante varios días en los que el cielo se mantuvo despejado. Esta inhóspita temperatura bate el récord de lugar inhabitado más frío de la Tierra, hasta el momento ostentado por los – 89.2 grados registrados en 1983 en la estación de investigación rusa Vostok en la Antártida oriental. Esta curiosa búsqueda se inició cuando los investigadores descubrieron la existencia de grietas en las capas de nieve más superficiales, señal de un descenso de las temperaturas invernales hasta el punto de provocar la contracción de dichas capas.
En contraposición, el lugar más cálido detectado en el planeta, también a través de la observación satelital, es el desierto de Lut, en el sureste de Irán, que llegó a alcanzar los 70 grados Celsius en 2005.