Pero, al fin y al cabo, es lo que ocurre en los cientos de oposiciones que se convocan anualmente por parte de las distintas administraciones públicas. Porque las plazas, puestos de trabajo, que se ofertan ya llevan ocupadas años y años por personal interino o eventual.
En esta España de charanga, pandereta y sinvergüenzas, quienes por cierto se acercan a miles ladinamente a la política, el respetable ha visto de todo. Cómo responsables políticos de diversos signos han metido a trabajar a dedo, en los ayuntamientos, diputaciones, empresas públicas, a multitud de personas amigas, compañeras de partido, familiares o conocidas de unas y otras. En definitiva que entre el personal interino o eventual de determinadas administraciones abunda el enchufismo sin ningún rubor. Esto indudablemente legitima a quienes abanderan la no permanencia de estas personas enchufadas en sus trabajos y exigen oposiciones puras y duras para que puedan quedarse en sus puestos de trabajo.
Tampoco es que las oposiciones sean siempre un espejo de objetividad y se haya dado pie a manejos de todo tipo. El último conocido, la plaza de policía nacional que se le otorgo en unas oposiciones al chofer de Bárcenas, por hacer de espía de la policía recogiendo papeles y agendas
Hasta aquí planteado el problema es preciso ofrecer soluciones. La primera y principal es que no es justo cambiar unas personas trabajadoras por otras. Y si se ofrecen puestos de trabajos, que sean nuevos, no ocupados, mediante convocatorias públicas objetivas para obtenerlos.
Si lo que las administraciones públicas pretenden es hacer fijo al personal eventual o interino entonces es obligado preguntarse por cómo se accedió a esa interinidad. Si el puesto de trabajo ocupado por personal eventual o interino se obtuvo a dedo, es evidente que el desempeñarlo no puede generar derecho alguno. Se ofertan esos puestos en sistemas de acceso libres a opositar. Si por el contrario, por ejemplo como ocurre en la docencia, los puestos interinos han sido ocupados mediante convocatorias públicas de mérito y capacidad, es evidente que todo ese personal que ha sido seleccionado objetivamente debe quedar estable en ellos. Ahí, en ese sólo presupuesto tiene todo el sentido decir alto y claro: LOS QUE ESTAN SE QUEDAN. En este caso la doble vía que se plantea para el acceso a ocupar plazas en los cuerpos funcionariales, salva el derecho al trabajo a quienes nunca lo obtuvieron mediante las llamadas oposiciones libres que siempre serán convocadas para ocupar nuevos puestos de trabajo, en ningún caso los ya desempeñados.
Porque lo contrario significa animar a que unas personas se preparen para quitarle el trabajo a otras. Y eso, además de injusto, reduce a la nada a la opción sindical que lo defienda.