IAM/Redacción El Gobierno de Gibraltar considera muy desafortunado que el Ministro de Asuntos Exteriores español en funciones, José Manual García-Margallo, mantenga una política de amenazas, hostilidad abierta y confrontación contra Gibraltar, en vez de mostrar voluntad de diálogo y cooperación.
La realidad es que la decisión del Reino Unido de abandonar la Unión Europea no tiene absolutamente nada que ver con la soberanía de Gibraltar. Margallo sigue intentando relacionar ambos acontecimientos en un descarado intento de aprovechar el Brexit para avanzar en la obsoleta e inválida pretensión de España.España perdió Gibraltar en 1704 y lo cedió a perpetuidad en 1713 y, evidentemente, Margallo no ha aceptado esta pérdida más de trescientos años después. La idea de volver a trazar las fronteras de Europa y establecerlas donde se encontraban en 1713 es francamente absurda.Además, los principios del siglo XVIII no se pueden aplicar a la situación que vivimos en el siglo XXI. Hoy día, el mero concepto de que un pueblo, por muy pequeño que sea, sea entregado de un monarca a otro contra su voluntad debería ser repudiado por cualquiera que se considere demócrata.El derecho a la autodeterminación, por el que la ciudadanía decide su propio futuro de forma libre y democrática, es el camino para Gibraltar, y Margallo deberá aprender a aceptarlo. Además, la historia ha demostrado que el pueblo de Gibraltar no responde a amenazas.Gibraltar da empleo a miles de ciudadanos españoles, contribuye a un cuarto del PIB de la zona y es el segundo empleador más importante de Andalucía. Las ventajas económicas que Margallo ha descrito en el marco de una soberanía conjunta podrían disfrutarse hoy mismo con una relación transfronteriza normal y amistosa. En otras palabras, no hay necesidad de compartir la soberanía para que reine la normalidad. Esto podría suceder de un día para otro si Margallo cejara en su obsesión con Gibraltar y permitiera que la población a ambos lados de la frontera siga con sus vidas. En cuanto al desbloqueo de la legislación de la UE, que según dijo el Embajador español en Naciones Unidas, podría producirse si Gibraltar aceptara la soberanía compartida, cabe destacar que el [presente bloqueo] sólo se debe al incumplimiento por parte del Partido Popular, al que pertenece el Sr. Margallo, de los Acuerdos de Córdoba. Es al gobierno español a quien corresponde desbloquear la legislación de la UE de forma inmediata y cumplir con sus obligaciones en la UE incluso ahora. Acerca de esta cuestión, el Ministro Principal, Fabián Picardo, comentó: “Gibraltar nunca será español, ni en cuatro años, cuarenta, cuatrocientos ni 4.000, ni en ningún otro momento en el futuro. Nunca significa nunca. No significa No.
El Brexit no cambia nada. Lo que tenemos que hacer es llegar a un acuerdo para que el tráfico en la frontera siga fluyendo libremente, de modo que pueda mantenerse una economía que genera puestos de trabajo para 12.000 personas (7.000 de ellas españolas) que vienen aquí a ganarse la vida. Las amenazas de Margallo acerca del cierre de la frontera son propias de los tiempos de la Guerra Fría, no de la Europa moderna”. El Sr. Margallo está construyendo castillos en el aire y evitando las cuestiones de interés real con las que debe lidiarse. Toda esa fantástica prosperidad y el desbloqueo de la legislación que, según las declaraciones de España, pueden emanar únicamente de una soberanía compartida, podrían ser ya hoy una realidad. La actitud del Partido Popular es la única responsable del incumplimiento de los Acuerdos de Córdoba, que a su vez está dando pie al bloqueo de la legislación de la UE. Ya concluimos un acuerdo al respecto en 2006, que el Sr. Margallo está incumpliendo. Ahora espera que renunciemos a nuestros hogares simplemente para que pueda cumplir unos acuerdos ya concluidos. Como en muchos otros aspectos de la diplomacia española, el Sr. Margallo se equivoca con Gibraltar y los gibraltareños. Las amenazas no funcionarán con nosotros. Nunca lo han hecho. Edulcorar [la propuesta] tampoco funcionará. No se trata de ofrecer amenazas por un lado e incentivos por otro. Es cuestión de respeto: de respetar nuestro derecho inalienable a la autodeterminación y de la elección que ya hemos hecho de seguir siendo británicos. Y, por supuesto, de respetar el hecho de que ésta es nuestra tierra y la de nadie más. Ya respondí a la propuesta del Sr. Margallo en Naciones Unidas: ¡de ninguna manera, José!”. Los gibraltareños ya se han enfrentado a una larga lista de ministros de Asuntos Exteriores españoles que buscaban, todos ellos, recuperar la soberanía española sobre Gibraltar. Margallo simplemente será uno más de una larga lista. Sus políticas, caracterizadas por la coerción, las amenazas y la confrontación harán poco más que cimentar la perpetuidad de la soberanía británica en el Peñón. Por esa razón, deseamos que se mantenga en el cargo tanto tiempo como sea posible. Mientras tanto, el Gobierno de Gibraltar está plenamente dispuesto a trabajar con interlocutores serios para determinar la forma que adquirirá la participación, mutuamente beneficiosa, de Gibraltar en Europa en un mundo posreferéndum.
Ya estamos trabajando exhaustivamente en este sentido con el Gobierno del Reino Unido y participando plenamente en los preparativos que éste está llevando a cabo en la cuenta atrás para la invocación del artículo 50. A aquellos que viven en España y trabajan en Gibraltar, a aquellos que visitan el Peñón con frecuencia y a las familias repartidas a ambos lados de la frontera, quiero decirles: el Gobierno de Gibraltar nunca será el que imponga barreras a la libre circulación; nunca pondrá en peligro vuestra capacidad de llevar a cabo actividades comerciales transfronterizas o de ver a amigos y familiares al otro lado de la frontera. Pero nunca pagará el precio de la soberanía para nada de ello. Aquellos que imponen el precio de la soberanía a los beneficios, la prosperidad o cualquier otro derecho o ventaja, lo hacen a sabiendas de que es un precio que nunca pagaremos, a pesar de lo atractivos que consideren los incentivos que nos ofrecen. Se lo debemos a nuestros antepasados, a nuestros descendientes y a nosotros mismos: debemos mantenernos firmes en esta cuestión vital, que nunca será objeto de renuncia”.