Probablemente, muchas personas fuera del Reino Unido no habrán visto el documental ficticio emitido por [el canal británico] Channel 4: “UKIP: The first 100 days” (UKIP: los primeros 100 días), que ofrece una dramatización de lo que podría ocurrir en el improbable caso de que [el partido independentista] UKIP, liderado por Nigel Farage, obtuviese la mayoría en la Cámara de los Comunes en las próximas elecciones.
Tras la euforia electoral eurófoba, el drama que se desarrolla en la pantalla lleva a los espectadores al razonamiento sensato que impulsó a todos los líderes de los principales partidos políticos británicos, incluido el actual Primer Ministro David Cameron, a seguir recomendando la permanencia en la Unión Europea.Según se muestra en este documental, en caso de producirse una salida del Reino Unido de la UE, la retirada de la producción del Reino Unido por parte de Airbus, Nissan, Jaguar, Land Rover y otras grandes compañías sería una evolución tan natural como el paso de la noche al día.Para Gibraltar, las desastrosas consecuencias de la exclusión económica de nuestro principal bloque comercial —en nuestro caso particular, principalmente los servicios financieros— se verían agravadas por el hecho de brindar a España una nueva oportunidad de excluirnos instrumentalizando la frontera. Madrid ya ha utilizado esta arma en anteriores ocasiones con la intención de obligar a Gibraltar a un acuerdo de soberanía que nos privaría de nuestra inalienable condición de Territorio Británico de Ultramar autogobernado para convertirnos en parte de España en contra de nuestra voluntad.Es bien sabido que cuando el actual Ministro de Asuntos Exteriores español, José Manuel García-Margallo, tomó posesión de su cargo, consultó a sus asesores sobre la posibilidad de cerrar la frontera con Gibraltar.
Sólo la condición de Gibraltar como miembro de la UE a través del Reino Unido evitó dicho cierre. Naturalmente, el pueblo de Gibraltar haría fracasar una acción semejante, sin importar el coste. La democracia y la autodeterminación constituyen el único futuro posible.Dejando a un lado mi postura ideológica como socialista, puedo decir que nadie ha sido más firme que David Cameron y el partido Conservador en su robusta defensa de la posición internacional de Gibraltar y en su respeto por nuestro derecho a la autodeterminación. Se han comprometido incluso a no abordar la posibilidad de negociar en materia del Peñón con España sin el consentimiento de Gibraltar. Es más, los manifiestos electorales del partido Conservador y de UKIP para las elecciones de mayo hacen referencia a la defensa de los derechos de Gibraltar.Sin embargo, algunas de las promesas electorales que contienen esos mismos manifiestos podrían lanzar un meteorito político sobre el Peñón. Esto nos hace plantearnos si los mismos políticos que nos defendieron del intento por parte de Tony Blair de obligar a Gibraltar a un acuerdo de soberanía conjunta entre el Reino Unido y España comprenden el riesgo que comportaría para nuestra pequeña nación un referéndum británico que dictaminase nuestra salida de la UE.Incluso aunque España no cerrase sus fronteras por completo, la experiencia nos ha demostrado que el acceso con excesivas restricciones puede llegar a ser peor que el aislamiento.Gibraltar se enfrenta a diversos peligros. La razón por la cual se nos excluyó de la Unión Aduanera y las políticas agrícolas cuando el Reino Unido entró a formar parte de la Comunidad Económica Europea en 1973 fue que el Peñón dependía de la importación de alimentos de Marruecos y mercancías de otros países, puesto que España nos impuso un bloqueo total de la frontera terrestre durante 16 años — alimentos, líneas telefónicas…todo.
Puntualmente, por motivos humanitarios, se permitía trasladar a personas fallecidas para recibir sepultura.Existen argumentos muy poderosos para defender que, si el Reino Unido se replantea su posición en la UE, nosotros, como parte integral y cumplidora de dicha Unión durante muchos años, merecemos que nuestras particulares condiciones sean tenidas en cuenta una vez más. ¿Podemos realmente dejar de ser ciudadanos de la UE en contra de nuestra voluntad? ¿Puede un Estado Miembro de la UE, por no decir la propia UE, simplemente excluirnos? Sin lugar a dudas, no puede ser un tema sencillo.El Gibraltar de hoy en día está entrelazado con una Europa de servicios y libre tránsito de personas.Lo que se aplica moralmente al pequeño Gibraltar, también es de aplicación al resto de Europa. O bien formamos un mercado libre y operativo, ganando y perdiendo todos por igual, o bien nos desmoronamos, con cada parte persiguiendo sus propios intereses en lugar de trabajar por el bien común. Nuestros antecesores no buscaban ganancias a corto plazo sino un objetivo común cuando plantaron las semillas de una unidad europea posbélica, centrada en los beneficios del comercio justo y libre.Sin lugar a dudas, la desconexión potencial del Reino Unido de las “cuatro libertades” sobre las que se cimienta la UE generaría enormes barreras para el comercio británico. Tan sólo hace falta imaginar la pérdida del beneficio de la libre circulación de personas, capitales, bienes y servicios a través de las partes del continente europeo que ya forman parte de la UE.“En el futuro, un empresario británico podría necesitar un visado de la UE para visitar París.”Para el pueblo de Gibraltar, probablemente la jurisdicción más pequeña de la UE, perder la capacidad de prestar servicios libremente al mercado único de 520 millones de personas sería una amenaza existencial en términos económicos. Por ello, mi Gobierno participa activamente en la Revisión del Balance de Competencias del Gobierno Británico (UK Government’s Balance of Competences Review).
A menudo, el tamaño de Gibraltar representa el principal reto. Sin embargo, en el contexto de una salida de la UE por parte del Reino Unido, nuestros problemas, que sin duda serían enormes, resultarían discernibles e identificables.No creo que se diese el mismo caso con las economías de cada una de las diferentes naciones — Escocia, Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte — que componen el Reino Unido.Los efectos se extenderían más allá de las consecuencias más obvias: la City de Londres, cuyos servicios se verían excluidos del mercado único; una posible retirada de Airbus Industries de Gales; los obstáculos y costes adicionales que dificultarían la venta de los excelentes productos escoceses, como el whisky y las prendas textiles, en la UE. Irlanda del Norte perdería fondos europeos que alejarían los objetivos clave de la Ciudad de Belfast en cuestiones europeas. De hecho, los efectos sobre las vidas de millones de ciudadanos británicos, incluidos los más euroescépticos, serían enormes. Las estanterías de los supermercados se verían tan afectadas como la oferta de destinos vacacionales por el cambio que afrontarían los viajeros británicos al llegar a los aeropuertos o a cualquier otro punto de entrada en la UE para viajes de negocios o placer.Algunas personas se olvidan de que, a pesar de que el Reino Unido no forma parte del Acuerdo de Schengen, sus ciudadanos han gozado de la libre circulación en el marco de la UE desde 1973. En un primer balance, una salida de la UE pondría fin a esta libertad.En el futuro, un empresario británico podría necesitar un visado de la UE para visitar París. Podría tener que abonar aranceles por vender sus productos a clientes alemanes y podría tener que pagar impuestos sobre transferencias en efectivo a la UE, tanto de entrada como de salida (y estamos hablando potencialmente de toda la UE, no sólo de la inmadura Eurozona, que el Reino Unido ha hecho bien en dejar de lado).
El mejor ejemplo de lo que una futura salida del Reino Unido de la UE podría implicar para los negocios con Europa o las vacaciones en el continente, lo tenemos en la relación actual con Estados Unidos y lo que implica viajar allí por trabajo o vacaciones hoy en día.Desde luego que no resulta imposible y existe un abundante comercio transatlántico; pero, dejando a un lado la distancia y la diferencia horaria, es muchísimo menos sencillo que operar en la UE, a pesar de las barreras idiomáticas.Cuando se les plantea el paso atrás que representaría para las empresas británicas el privarles de acceso al mercado único europeo, los euroescépticos de UKIP y Tories no ofrecen ninguna respuesta.De modo que si el Reino Unido vota por un gobierno Conservador y, automáticamente, la política de Downing Street incluye un referéndum sobre la salida de la UE, la respuesta no debería ser elegir automáticamente la opción de la salida, sino verificar y volver a verificar que nosotros, el pueblo británico, optemos por una alternativa que nos permita mantener una posición en la que poder ejercer una influencia moderadora y dar forma a una futura Europa que cumpla con las expectativas actuales de sus ciudadanos. Ésta sería una buena respuesta a las cuestiones que requieren solución en la UE. Ahora más que nunca, merece la pena luchar por Europa, y aquellos que creemos en los beneficios de una unidad europea comercial y política debemos mantenernos firmes y defender nuestra postura con mayor voluntad que nunca.Gibraltar no es la única razón por la que el Reino Unido debería permanecer en la UE. Pero sí es una razón más.