El equipo de investigación de este estudio publicado en la Revista Ecosistemas de la Asociación Española de Ecología Terrestre, resalta que “a pesar de que los resultados generales de esta investigación indiquen un buen estado de conservación, hemos detectado superficies con fuertes variaciones negativas”.
En esta investigación llevada a cabo por científicos del Centro Internacional de Migración de las Aves (Cima) y la Escuela de Ciencias Biológicas de la Universidad de East Anglia (Reino Unido), han analizado la “intensidad de verdor” captada a través de imágenes de satélites durante los últimos 18 años y han generado un mapa a una resolución espacial de 250 metros capaz de detectar zonas locales que han sufrido cambios bruscos en el verdor. Según explica Pablo Sebastián Reyes, autor de referencia, este mapa que mide variaciones en el Índice de Vegetación (EVI) actúa como un sistema de alarma “que nos permite identificar procesos de retroceso forestal para poner en marcha una gestión adecuada que logre frenar este efecto”. El EVI es un indicador que, además de informar de la superficie que ocupa la vegetación dentro de un bosque, aporta datos sobre la estructura de la copa de los árboles y la producción de energía y nutrientes, lo que nos permite conocer variaciones en la vegetación y cambios en su estado fisiológico.
Las conclusiones de este estudio constatan que en los procesos de pérdida forestal se repite un mismo patrón, en el que las mayores disminuciones de verdor se localizan en aquellos suelos con menor densidad de vegetación arbustiva, como son las superficies de matorral o pastizales con alcornoques dispersos, demostrando que los suelos con escasa vegetación son más frágiles y vulnerables ante procesos erosivos como la lluvia o el pastoreo. Esta tendencia tiene una explicación sencilla, cómo explica Reyes en sus declaraciones “la vegetación arbustiva sirve de amortiguador y previene la pérdida de suelo y materia orgánica por fijación”. Por tanto, las pérdidas detectadas en este estudio se extienden desde el 16,8% en las zonas menos afectadas que se corresponden con formaciones arboladas muy densas de alcornoques, frente a unas pérdidas de más del doble (36.92%) en las superficies más vulnerables localizadas en superficies de pastizal arbolado con alcornoques dispersos.