El entonces Ministro del Ejército el General Agustín Muñoz Grandes, consideraba “ilógica” esta política española hacia Gibraltar, según fuentes cercanas al general. Otros advertían sobre la posibilidad de que un reforzamiento de las restricciones sobre Gibraltar pudiera ser contraproducente y provocar represalias.
Tras la vista que la Reina Isabel II hizo a Gibraltar al final de su gira de coronación, el consulado español en Gibraltar fue clausurado y se establecieron nuevas restricciones para los españoles que acudían al Peñón. Era el principio de una campaña de acoso sostenido que culminó con el cierre total de la frontera en 1969. Algunos de los documentos del Archivo Nacional en Kew recogen el debate generado en torno a la llegada de la Reina y ponen de manifiesto que los funcionarios británicos eran conscientes de que la visita podría conducir a la imposición de medidas restrictivas en la frontera. También revelan cierta inquietud entre los funcionarios españoles en el Campo de Gibraltar sobre las órdenes recibidas desde Madrid. Una carta secreta enviada por el general José Cuesta Monereo al Ministro de la Gobernación español, Blas Pérez González[3], una semana antes de la visita de la Reina (la carta tenía fecha del 3 de mayo de 1954), se filtró a la embajada británica en Madrid y, desde allí, fue remitida a Londres. Los funcionarios británicos, incluido el embajador en Madrid, Sir John Balfour, creían que el documento era auténtico. El general Cuesta, como Gobernador Militar del Campo de Gibraltar, estaba al cargo de ejecutar las nuevas restricciones en la frontera, y en la misiva advertía a sus superiores en Madrid de que estas medidas podrían ocasionar el rechazo de miles de trabajadores españoles en Gibraltar. Cuesta escribió: “Estudio las medidas a adoptar escalonadamente en el tiempo, empezando con las más suaves y continuando con las más rigurosas o qué más daño les produzca, de acuerdo con lo que Vd. me ordenó, y le seguiré informando”. Le decía a su superior en Madrid que las medidas ya adoptadas, incluida la cancelación de permisos de visita a Gibraltar, estaban empezando a surtir efecto. No obstante, concluía con la advertencia de la “conveniencia de dosificar las medidas para evitar las contramedidas o represalias, de las que la más grave es la de que nos dejen sin trabajo unos miles de obreros (2 o 3.000), lo que pueden hacer sin gran trastorno para ellos, causándonos una situación difícil”. Los documentos también contenían informes secretos del vicecónsul británico en La Línea[4], M. S. Gómez, dirigidos a cónsul en Sevilla, sobre la situación en la zona. Gómez informaba de que la visita de la Reina a Gibraltar “había confirmado que gran mayoría de los españoles residentes en el área del Campo no simpatizaban con la campaña ‘Gibraltar, español’ lanzada por la Falange. “Los trabajadores españoles empleados en Gibraltar comparan la libertad de expresión y de pensamiento de la que disfrutan en la Fortaleza con la persecución y la falta de libertad a las que están sujetos en España”, dice M. S. Gómez en el documento. “Como no hay industrias en el Campo, dependen casi exclusivamente de Gibraltar para ganarse la vida”, prosigue. También citaba una fuente local, cuyo nombre se mantiene en secreto, muy próxima al Teniente Coronel de la Guardia Civil Ignacio Molina[5], que decía: “Adivine quién está mostrando la desaprobación más fuerte de la política española hacia Gibraltar. Nunca lo adivinaría. Se trata del Ministro del Ejército, el general Agustín Muñoz Grandes[6]”. Parece que durante la reciente visita de Molina a Madrid, Muñoz Grandes le dijo que, en base a lo que sabía por su experiencia personal sobre las peculiares circunstancias del Campo de Gibraltar, la ilógica política española hacia Gibraltar era improcedente y estúpida”. El escrito del vicecónsul también ponía de manifiesto los inconvenientes causados por el bloqueo a los comerciantes de Algeciras, La Línea y Málaga, que veían reducida su clientela procedente de Gibraltar y que “temían protestar por miedo a represalias de los falangistas”.