Aunque la presencia de estos cetáceos en aguas mediterráneas ha ido aumentando en los últimos 150 años, no se había comprobado un motivo que lo explicara y, hasta ahora, se había atribuido a desorientación o al seguimiento de rutas migratorias de otras especies, según un comunicado de la Universidad de Sevilla.
Esta especie efectúa largas rutas de migración desde el Polo Norte y el Polo Sur, donde se localizan sus zonas de alimentación, hasta el ecuador, donde se reproduce en quince zonas determinadas por la comunidad científica.
El director del Laboratorio de Biología Marina de la Universidad de Sevilla, José Carlos García-Gómez, ha explicado que en la primavera de 2016 un ejemplar joven de ballena jorobada fue detectado por un barco dedicado al avistamiento de cetáceos en la zona y durante casi un mes se le efectuó un seguimiento.
La ballena fue observada durante dos periodos de varios días consecutivos en los que mostró comportamientos de alimentación y efectuó inmersiones de diferente duración rodeada de ferris, cargueros, y embarcaciones recreativas.
Al mismo tiempo, los observadores detectaron posibles presas, tanto vivas como varadas en las costas de la zona, de cangrejos nadadores, “krill” del norte (Pequeños crustáceos) y peces linterna, que pueden ascender a aguas superficiales eventualmente.
Esa circunstancia dio una pista a los investigadores sobre la razón de la presencia de ballenas jorobadas en el Mediterráneo, según ha explicado García-Gómez.
Los científicos han acompañado el resultado de estas observaciones con una revisión de los avistamientos de jorobadas en el Mediterráneo y el análisis de bases de datos de cartografía de satélites de concentración de clorofila, así como de su influencia en producción de alimento para estos cetáceos, con lo que se ha argumentado “sólidamente” que las ballenas jorobadas entran el Mediterráneo en busca de alimento.
El hecho de que la mayoría de los animales avistados sean ejemplares jóvenes -salvo un avistamiento histórico de una madre y una cría- y además solitarios, indica que estas ballenas proceden del Atlántico norte.
Según García-Gómez, “en los últimos años se han producido cambios tanto en las condiciones climáticas como en la temperatura del mar”, lo que añadido a la “exacta coincidencia” de las ballenas con bancos de “krill” ártico en el Estrecho de Gibraltar, hace prever que “en un futuro próximo, los avistamientos de esta especie podrían aumentar en el Mediterráneo”.
Por este motivo, García-Gómez ha demandado planes preventivos de conservación de esta especie en el Mediterráneo.