Y, como en este mundo nuestro globalizado, las modas se extienden con suma rapidez por todo el planeta, tanto el Vaticano como las iglesias particulares quieren poner coto a los nuevos hábitos mortuorios. De hecho, la Conferencia episcopal italiana tiene ya preparado una especie de ‘código de conducta en los ritos funerarios’ que previsiblemente se apruebe el próximo día 9 de noviembre. Y tras la estela de Roma, irán los demás episcopados. Entre ellos, el español.Los obispos no se oponen a la cremaciónAunque a la Iglesia católica siempre le ha gustado más la inhumación o el clásico entierro en la sepultura, los obispos no se oponen a la incineración. Entre otras cosas, porque fue aprobada por Pablo VI. El Papa Montini la bendijo porque no atenta contra la doctrina de la resurrección de los cuerpos, ya que no toca el alma ni impide a la omnipotencia de Dios reconstruir el cuerpo.Lo que disgusta a los prelados es lo que suele suceder con las cenizas tras la cremación: que se esparzan al viento, en tierra o en el mar, o que se guarden en casa. Conservar las cenizas en casa preocupa a los jerarcas católicos, porque acaba con el antiguo rito de acompañar al difunto hasta “su última morada terrenal” en el camposanto.Un rito que estrecha lazos entre la comunidad de los creyentes y expresa la teología de la comunión de los santos. Algunos teólogos, como el italiano Enzo Bianchi, van más allá y aseguran que mantener la urna con las cenizas en casa es “un rito fetichista”. Por su parte, aventar las cenizas le parece a la Iglesia católica un rito pagano, que simboliza “la unión del muerto con el alma de la madre tierra”. O como dicen, los indígenas latinoamericanos, con la Pachamama.Las incineraciones aumentanA pesar de no contar con la complacencia de la Iglesia católica y quizás debido a la crisis económica, la incineración de cadáveres se está imponiendo a la inhumación tradicional en tumba o nicho. En estos momentos, ambos sistemas están empatados, pero en algunas regiones, como Asturias, las incineraciones ya alcanzan el 55%. Y es que la diferencia de precio entre una inhumación y una incineración puede llegar a los 1.000 euros, según datos de la Unión de Consumidores de España (UCE).La diferencia estriba sobre todo en el menor coste del ataúd (en la incineración se utilizan féretros de menor calidad), y en el ahorro de la tumba o nicho para depositar los restos mortales. Además, en el caso de la incineración, las tasas municipales son más bajas. Siempre según datos de UCE, el coste medio de un sepelio se eleva a 2.200 euros, aunque su precio puede ser mucho más alto. El desembolso total que conlleva un sepelio incluye los servicios y gastos básicos: nicho, gastos administrativos y féretro. En el caso de la incineración, el coste asciende, de media, a los 1.280 euros.