El apoyo del sector más euroescéptico del Partido Conservador y de diecinueve diputados rebeldes de la oposición laborista otorgó a Johnson una cómoda mayoría de 30 votos (329 frente a 299) en la Cámara de los Comunes.
Pese a haber dado su visto bueno a los términos del pacto, los diputados se negaron a tramitar en solo tres días la ley que los implementa -un denso texto de 110 páginas que el Gobierno publicó el lunes por la noche- como exigía Johnson.
Esa negativa frustra las expectativas del primer ministro de abandonar la Unión Europea (UE) el 31 de octubre, tal como se ha comprometido en repetidas ocasiones, al menos de manera acordada.
El jefe de Gobierno aseguró que mantiene en marcha los preparativos para una eventual ruptura abrupta en nueve días, aunque recalcó que su intención es ahora trabajar para que el divorcio se produzca en base al acuerdo que tiene el visto bueno del Parlamento.
Sus próximos pasos los determinará una vez Bruselas se haya pronunciado sobre la prórroga que el Ejecutivo ya se vio forzado a solicitar el pasado sábado.
La UE todavía no ha respondido a esa petición, en la que el Reino Unido propone alargar una vez más el Brexit, en esta ocasión hasta el 31 de enero.
Aunque la incertidumbre persiste y los obstáculos que afronta el acuerdo son aún numerosos, Johnson ha logrado superar una barrera que se le resistió en tres ocasiones a su antecesora en el cargo, la también “tory” Theresa May.
“No deberíamos pasar por alto la importancia de este momento”, recalcó Johnson y añadió: “Hace tan solo unas semanas, prácticamente nadie creía que podríamos reabrir el acuerdo y nadie pensaba que podríamos lograr la aprobación de esta cámara”.
El líder del Partido Laborista, Jeremy Corbyn, se mostró por su parte favorable a pactar un “calendario razonable” con los conservadores para tramitar la norma que trasladará a la legislación británica los términos de salida de la Unión Europea.
Si el Gobierno decide reactivar el proceso de ratificación, el texto deberá someterse todavía a la fase de enmiendas en la Cámara de los Comunes.
Entre los planes que han avanzado los diputados se encuentra una cláusula que condicionaría la aprobación definitiva del acuerdo a un referéndum de confirmación.
También se baraja la posibilidad de que la oposición presente una enmienda para obligar al Reino Unido a permanecer en la unión aduanera comunitaria, lo que contravendría los términos del pacto de Johnson y pondría en un aprieto al Gobierno.
Al negociar que el país abandonará el área aduanera de la UE, el primer ministro ha aceptado que se establezcan controles aduaneros entre Irlanda del Norte y el resto del Estado.
Esa disposición precipitó que el norirlandés Partido Democrático Unionista (DUP), socio parlamentario de los conservadores, anunciara su oposición al tratado de salida y hoy votara en contra.
La retirada del apoyo de los diez diputados del DUP quedó compensada, sin embargo, con los diecinueve laboristas que se alinearon con el Gobierno.
Ese grupo de parlamentarios, elegidos por circunscripciones favorables al Brexit ha sugerido en las últimas semanas que no quieren ser vistos por sus votantes como los responsables de retrasar una vez más la ruptura con la UE.
Por ello, divulgaron una carta este mes en la que se mostraban favorables a respaldar un pacto y ejecutar un divorcio negociado.
El primer ministro de la República de Irlanda, Leo Varadkar, afirmó que está satisfecho con el respaldo parlamentario que ha recibido el acuerdo de Johnson.
El empujón definitivo al texto se produjo durante una reunión que él y Johnson mantuvieron hace dos semanas en una apartada mansión a las afueras de Liverpool (norte de Inglaterra).
Tras una conversación de varias horas, Varadkar convocó a los medios para expresar su optimismo sobre la posibilidad de llegar a un acuerdo, cuando hasta entonces había asegurado que albergaba pocas esperanzas de acercar posiciones.
En la versión final del pacto que los 27 socios comunitarios firmaron la semana pasada, se estableció una solución alternativa para evitar una frontera entre las dos irlandas, el espinoso asunto que ha minado las conversaciones entre el Reino Unido y la UE durante varios años.