Para muestra el fracaso de la investidura del pasado jueves 25 de Julio con el nivel de intransigencia de los líderes nacionales (Sánchez, Iglesias, Casado y Rivera), demasiadas líneas rojas y pocas ganas de pactar programas comunes como hacen con normalidad la clase política europea.
En Europa son paradigmáticos los casos de Suecia, Dinamarca y Portugal con gobiernos de minorías. La lista es amplia en Europa y choca con la especial terquedad e intransigencia de los partidos del espectro conservador español: PP, Ciudadanos y Vox. Las negociaciones en nuestro país se hacen completamente desestructuradas -a golpe de teléfono- y sin tocar aspectos programáticos, solo ministerios o sillones, en una lucha narcisista por el poder.
Así que, las negociaciones entre PSOE y Podemos estaban condenadas desde el principio al fracaso, con un Pedro Sánchez que no estaba dispuesto a asumir riesgos y un Pablo Iglesias actuando, como siempre, desde la sinrazón dogmática. Pero la realidad es que no ha habido una sesión de investidura, solo una sesión de no-investidura, porque no había pacto en que sustentarla. La desconfianza como suele suceder con partidos populistas, ha resultado irreparable.
Pero, no es un disparate dar ministerios incluso de Estado a un socio de Gobierno, cuando se confía en el socio y se han redactado decenas de páginas definiendo el programa con sus líneas rojas -Merkel llegó a dar Exteriores, Finanzas, Justicia y Trabajo a los socialdemócratas-, pero no se puede entregar poder a un socio en el que no se confía. Y Pedro Sánchez no confía en Pablo Iglesias, ni ve suficientes puntos de coincidencia como para establecer entre ellos un Gobierno de coalición.
Pedro Sánchez probablemente espera que agosto proporcione una tregua, adormeciendo el debate político , y ya en septiembre, como toda asignatura pendiente, sea la urgencia y el estrés de la repetición electoral, con sondeos calientes, la que resuelva la aritmética para gobernar y mejor en solitario. España lleva demasiado tiempo ya paralizada por los cálculos infantiles de unos y otros.
Y a Podemos les diría que no hay mejor manera hoy de ser de izquierdas que poner fin a esa transitoriedad, a este teatro que venimos padeciendo los españoles desde hace cuatro años, incluso facilitando una investidura para quedarse en la oposición. Pero claro eso sería tener una visión de Estado que está lejos de la realidad de Podemos y de su obscena ambición de poder.
Al final de este fracaso, me quedo con dos preguntas que hay en la calle: ¿De dónde sacan nuestros políticos del PP, Cs y Vox tanto veneno? Y ¿Por qué nuestros políticos del PSOE y Podemos no logran superar la mutua inquina y desprecio? Porque ese odio no se encuentra en la calle, ni los españoles nos odiamos tanto, ni somos tan irresponsables. Una vez más el odio como desplante, como desafío, como venganza. Pobre país.