“Hay que remontarse a 1713, al mismo Tratado de Utrecht, para empezar a situar la complejidad de la situación”, explica en una entrevista con EFE el profesor de Derecho Internacional de la Universidad de Cádiz (UCA) Jesús Verdú, que se muestra “optimista” y cree que finalmente habrá un acuerdo en una negociación en la que, en su opinión, España está jugando sus cartas “de manera muy inteligente”.
“Es bueno no tener información, muestra cierta profesionalidad en el ejercicio de la diplomacia, la discreción es una característica de la buena diplomacia”, señala este historiador, buen conocedor de la historia de la última colonia en suelo europeo y de sus relaciones con el Campo de Gibraltar, sobre la reserva con la que lleva las negociaciones el ministerio de Asuntos Exteriores español que dirige Arancha González Laya.
UN ARTÍCULO QUE PUSO EN BANDEJA EL CONFLICTO
Ya la redacción del artículo 10 del Tratado de Utrecht, firmado el 13 de julio 1713 y por el que España cedió Gibraltar al Reino Unido, puso en bandeja una historia que invitaba a los problemas sobre la delimitación de los espacios cedidos.
En él se citaba que se cedía una fortaleza “sin jurisdicción alguna territorial y sin comunicación alguna abierta con el país circunvecino por parte de tierra”.
Es por eso que España nunca llamará “frontera” a “la Verja”, que fue construida en 1909 por gendarmes militares británicos en un terreno arenoso y que se inundaba periódicamente.
CADA NOCHE UN PASO MÁS
“Se cuenta una anécdota de que los gendarmes británicos cada noche daban un paso más en su ronda por el límite”, cuenta el historiador.
Lo cierto es que con aquella Verja se consolidó la ocupación británica del istmo no incluido en el Tratado, una ocupación que se inició en 1815 cuando durante una epidemia de fiebre amarilla España aceptó que se instalara en ese área un campamento sanitario.
Tras la epidemia nunca se retiró aquel campamento y durante otra epidemia, en 1854, Reino Unido siguió ampliando su instalación en esta zona, lo que originó una controversia jurídica que se mantiene viva y que “de alguna manera complica las negociaciones actuales”.
Durante la Guerra Civil española, Gibraltar construyó en este itsmo un aeropuerto, por eso ahora, cuando tras el Brexit se convertirá en una nueva frontera, es una zona “sensible” para las dos partes.
OPORTUNIDAD INÉDITA PARA ESPAÑA
Jesús Verdú asegura que las actuales negociaciones proporcionan a España “una oportunidad inédita que no ha existido en la historia para defender el marco de relaciones futuras” con la colonia británica. “De ahí su extraordinaria importancia”.
España ahora tiene capacidad para participar en el dibujo de un marco de relaciones con Gibraltar, algo que no tuvo cuando en 1972 el país estaba “en el agujero del franquismo” y Reino Unido se adhirió a la Comunidad Europea.
Entonces España no pudo participar en el proceso del pacto de un estatuto jurídico para la colonia que ha pervivido hasta el Brexit y que “se ha demostrado esencial para el éxito económico” de la colonia, con, por ejemplo, la excepcionalidad fiscal del IVA.
Ahora, cuando Gibraltar ha quedado excluida del acuerdo de retirada de Reino Unido de la UE, España ha pasado a tener “una posición privilegiada” que, en su opinión, está usando “con una manejo serio” y sin arriesgarse a “dilapidar” su posición “envenenando la situación” con la cuestión de la soberanía.
Una de las cuestiones más espinosas, y sensibles, de las negociaciones es la “porosidad” que se de a la “Verja”, que actualmente cruzan a diario unos 15.000 trabajadores transfronterizos, 10.000 de ellos españoles.
“Ha sido un enorme éxito de la diplomacia española garantizar los derechos de la parte más vulnerable”, la de esos trabajadores para los que se ha firmado un protocolo especial que, tras inscribirse en un registro de Gibraltar, podrán seguir teniendo un paso fluido por este paso fronterizo, explica el historiador.
EL DEMONIO ESTÁ EN LOS DETALLES
Para el resto, “el demonio está en los detalles” de cualquier fórmula que se arbitre.
Gibraltar ha visto una posible solución a integrarse en el Espacio Schengen, del que no forma parte Reino Unido pero sí otros países que no integran la UE, y que permitiría el libre tránsito de personas por la Verja.
Para Verdú es una solución muy complicada. Permitiría “desmontar” la Verja para el paso de personas y la frontera se trasladaría al puerto y al aeropuerto.
Esa frontera tendría que ser vigilada por un estado miembro de Schengen, por lo que “al no ser Gibraltar un estado” tendría que ser una fuerza “de un estado firmante”, en este caso “parecería razonable que fuera España”.
“¿Podrán Reino Unido y Gibraltar aceptar a agentes españoles haciendo un control fronterizo en el aeropuerto o el puerto?”, cuestiona Verdú, quien también ve difícil la opción de que este control lo realicen agentes de FRONTEX, que hasta ahora “no tienen esas funciones”.
“Las opciones son tantas como la imaginación política y jurídica de las partes”, afirma el historiador, que entiende que también se podrían arbitrar procedimientos basados “en la confianza mutua” o en prolongar el “status quo actual” que ha permitido “una relativa fluidez”.
Detrás de estas opciones “están las susceptibilidades políticas”.
Aunque un 96 por ciento de los gibraltareños votaron en contra del Brexit, Reino Unido se ha ido de la UE y “no es bueno ni deseable que tengan un régimen a la carta, sin contrapartidas”.
Por eso entiende que en esta situación “las dos partes tienen que ceder” y serán necesarias “renuncias mutuas” para llegar un acuerdo.
CONSECUENCIAS CATASTRÓFICAS
“No llegar a un acuerdo tendría unas consecuencias catastróficas, un impacto bestial para ambos lados en la zona”, asegura.
Y “no sólo para Gibraltar, un pequeño territorio con una gran capacidad de adaptación a los cambios”, como demostró cuando Franco ordenó en 1969 el cierre de la Verja y ésta se convertió en un pequeño muro de Berlín que separó a familias y vecinos hasta 1982, cuando el gobierno de Felipe González ordenó abrirlo a los peatones y, dos años después, también a vehículos y mercancías.
Sería, apunta, más catastrófico para el vecino Campo de Gibraltar, una zona “más vulnerable y débil”, un “territorio abandonado de la inversión publica, con una falta de oportunidades y unas tasas de desempleo insoportables” que han creado “problemas estructurales sociales muy serios”, entre ellos la facilidad con la que ha crecido y se ha asentado el narcotráfico en la zona.
Por eso, este historiador, como todos los agentes de esta zona, esperan que en estos dos días, se alcance un acuerdo que haga realidad eso que tantos políticos han repetido en los últimos meses de que el Brexit sería una oportunidad para crear una “zona de prosperidad compartida”.