En este año que termina queda claro que la legislatura está agotada, y que, además, el balance no puede ser más desastroso en términos de convivencia política.
Toda nuestra supuesta diversidad ha acabado colapsando al final en dos visiones de España sobre la economía y el resto de las materias que se abren a la decisión política, quedando demostrado que no son negociables entre sí.
La aritmética del Parlamento, dividido en dos bloques casi simétricos, manda sobre la estabilidad, el largo plazo y, en definitiva, en el interés general. No olvidemos que cada bloque habla solo en nombre de una mitad del país.
Se abominaba del anterior bipartidismo imperfecto surgido de la Transición, pero ese adjetivo, imperfecto, abría la posibilidad a un mayor pluralismo sin afectar a la gobernabilidad.
Ahora lo tenemos perfecto con una representación imperfecta y una gobernabilidad a trancas y barrancas, donde prima el verbo violento en los debates del Congreso. Aún resuena en mi mente y oídos los insultos allí proferidos, algunos me resultan familiares, otros inéditos.
Lo de Gobierno okupa, filoetarra, ilegítimo, desmembrador de España…, ya lo conocíamos, pero a estos se le ha sumado la acusación de golpistas cuyo objetivo es entregar la patria a los enemigos de la misma.
Los discursos de PP, Vox y Cs son tan agresivos que a los que somos críticos con ciertos atajos discutibles del Gobierno, nos dejan boquiabiertos. Pero sobre todo me preocupa porque están afectando gravemente a la convivencia de los españoles.
La democracia no es defender a quienes representan nuestras ideas contra viento y marea, aun cuando sepamos que están equivocadas. La democracia es pluralidad y ejercicio diario y continuo de nuestros deberes y obligaciones.
La democracia es respeto por las ideas ajenas, por las minorías, por los que perciben la fe o la sexualidad de forma diferente a como lo hacemos nosotros y, por supuesto, es un profundo respeto por el resultado de las urnas.
La democracia es convivencia, es la búsqueda del bien común frente al interés particular de unos pocos. Y no como hace el PP de Andalucía pidiendo la suspensión cautelar del impuesto a los ricos en un recurso presentado al Tribunal Constitucional.
La democracia, por desgracia, tiene más formas de terminar con ella que con un golpe de Estado y, desde luego, quien bloquea las instituciones y su constitucional renovación o quien deslegitima el resultado de las urnas, porque no le gusta, no da el mejor ejemplo de libertad, convivencia o respeto a los demás, y mucho menos de espejo en el que un Estado de derecho debe mirarse.
Así que, urge recuperar la serenidad y reconstruir los destrozos y el mal ambiente que se ha generado por los políticos en esta legislatura, y también por algunos medios de comunicación de este país afines a la derecha. ¿Seremos capaces de hacerlo? Dios lo quiera. ¡Felices fiestas!
2 respuestas
Yo resumiría el año muy fácilmente, como los anteriores más trifulcas diarias entre políticos y más gordas, les están haciendo el juego a los interesados en ellas, los que quieren reventar España, echan leña al fuego y PSOE y PP, entran al trapo. Y las minorías gobernando el país, lo que votamos la mayoría no cuenta.
Señor Jiménez como siempre su partidismo a la hora de escribir no ayuda en nada a mejorar las relaciones enconadas de nuestros políticos. Los periodistas tienen mucha culpa al defender a una u otra parte en estas trifulcas, critiquen las desavenencias y defiendan el entendimiento, a lo mejor se consigue algo.