El río de la Miel recorre un sendero del término municipal de Algeciras entre elementos naturales y culturales. Las ruinas de acequias y molinos, el empedrado del suelo, el puente de estilo medieval o la fuente de las Niñas, se dejan ver a duras penas entre la exuberante vegetación de esta selva tropical, último reducto de los bosques que hace millones de años poblaban el continente.
La densidad de la vegetación en estos bosques de ribera obliga a numerosas plantas trepadoras a enredarse en los troncos buscando la luz y construyendo una bóveda vegetal, provocando un clima especial que ha permitido la supervivencia de especies desaparecidas del resto del continente europeo, como el rododendro u ojaranzo. También destaca en esta zona, una de las mejores alisedas del parque natural de Los Alcornocales. El sendero del rio finaliza en una bonita cascada.
Los ríos en general atraviesan un paisaje, capturan el mundo y lo devuelve acrecentado. Un mundo cambiante y centelleante, más misterioso que el que solemos habitar. Los ríos recorren los pueblos del mismo modo que los hilos se ensartan en las cuentas, y apenas se me ocurre alguna época que no guarde relación con la historia de nuestro pueblo. Aunque nuestro rio no ha sido nunca muy literario.
Un misterio envuelve los ríos y nos atrae hacia ellos, pues se alzan desde lugares recónditos y viajan por caminos que hoy no tienen por qué corresponderse con los de mañana. A diferencia de un lago o un mar, un río tiene un destino y la certeza con la que avanza posee algo que lo hace relajante, especialmente para quienes han perdido la fe en el lugar al que se dirigen.
En ese momento, pasado, el rio de la Miel, se componía de dos elementos principales. Por un lado, su naturaleza: un río corto de pocos kilómetros (2,5 km) que nace en El Cobre y ganaba caudal en su recorrido. Esa abundancia de agua hizo que en sus gargantas se instalaran molinos harineros que aprovechaban la energía limpia para hacer funcionar el ingenio hidráulico. El rio atravesaba la Algeciras medieval separando la villa nueva de la vieja y entraba en el mar a la altura del Puerto, donde los ferris cruzan el Estrecho.
Hay varios ríos en este lado de la costa campogibraltareña: Palmones, Guadarranque, Hozgarganta, Guadiaro… que serpentean tanto por pueblos como por campos, no son salvajes, pero tampoco tan apacibles como para que puedas fiarte de ellos. Es posible que atrás queden los días de los molinos del Cobre y de las salinas, pero el rio que surcaba Algeciras me parecía muy útil para el estilo de vida de nuestros tiempos. Y siento mucha nostalgia de él.
Además de por el espacio, un río también se mueve a través del tiempo. Estas corrientes de agua han moldeado nuestro mundo, como señaló Joseph Conrad, porque llevan consigo “los sueños de los hombres y las semillas de los pueblos”. Su presencia siempre ha cautivado a la gente, de modo que portan como basura las reliquias desechadas del pasado.
El rio de La Miel no es un río de gran importancia. Se ha cruzado pocas veces con las vastas corrientes de la historia, como hace siglos cuando en sus orillas se libraron batallas por moros y cristianos para la conquista de Algeciras y del Estrecho. Sin embargo, su relación con la humanidad se remonta a miles de años antes del nacimiento de Cristo, cuando los colonos del Neolítico empezaron a talar los bosques por primera vez y a cultivar en sus orillas.
El rio fue desviado en los años setenta, así que el pasado está muy cerca, pero enterrado. Fue un proyecto urbanístico y de saneamiento que modificó el curso natural del rio, pero que no mejoro la infraestructura de la ciudad, al no construirse un Acceso Central para la ciudad que lo estaba demandando. La tierra guarda sus tesoros y lo que hay enterrado permanece allí hasta que una mejor planificación de la ciudad lo desentierre. Aunque el río es más taimado de lo que parece, no renuncia a sus posesiones, así como así, sin orden, ni concierto, ni consideración por la cronología que la tierra conserva y que tanto aprecian los historiadores. Una historia recopilada a través del agua es, por naturaleza, rápida y fluida, repleta de vida sumergida y capaz, tal y como descubriríamos, de desbordarse el rio de forma inesperada hacia el presente.