Este fenómeno, el de una circulación atmosférica veloz conocido como “superrotación atmosférica”, parece ser frecuente en cuerpos planetarios que giran muy lentamente, pero el por qué sigue siendo un misterio. Ahora, un equipo de científicos, con participación española, aporta nuevos datos.
En concreto, en un artículo publicado en la revista Geophysical Research Letters, los investigadores describen, gracias a la misión espacial japonesa Akatsuki, una gigantesca “ola” de nubes que ha estado azotando las profundidades del grueso manto de nubes de Venus durante al menos 35 años y que hasta hoy había pasado desapercibida.
Este fenómeno, que puede llegar a extenderse en ocasiones 7.500 kilómetros a través del ecuador, podría ser una de las explicaciones de la generación de energía necesaria para la superrotación atmosférica.
“Hemos hallado un fenómeno en las nubes profundas de Venus que es candidato serio a transportar energía desde esa parte profunda hacia las nubes más altas, zona en la que los vientos de la superrotación son más veloces”, afirma a Efe el investigador Javier Peralta, de la agencia espacial japonesa JAXA y coordinador del estudio.
Venus está cubierto totalmente de una espesa capa de nubes y es muy difícil ver lo que ocurre en la parte más profunda de ese manto. Las nubes más profundas están a unos 50 kilómetros de la superficie del planeta y las más altas a unos 70 kilómetros, explica Peralta.
Gracias a la misión Akatsuki y sus dos cámaras se ha podido ver lo que pasa en las capas más profundas con mucha resolución. Hasta ahora solo se habían podido hacer observaciones, con peor resolución, desde telescopios terrestres.
Así, Peralta y su equipo pudieron observar varios fenómenos. Uno de ellos, una discontinuidad que se propaga a muy alta velocidad en las nubes profundas. Esa discontinuidad es parecida, relata, a cuando el mar está en calma y de repente una ola barre todo.
En este caso, en la parte profunda del manto de nubes aparece algo inesperado, una “ola” -causada por una perturbación- que se propaga todavía más deprisa que los vientos y que es capaz de rodear el planeta en menos tiempo, tan solo en cinco días y no en seis o siete como hacen las nubes de las capas atmosféricas más profundas.
Esto provoca que, en su camino, esta nueva “ola” barra las nubes que se va encontrando, modificando sus propiedades completamente.
Venus tiene muchos tipos de ondas atmosféricas y una de las hipótesis más fuertes para explicar el fenómeno descrito en este trabajo es que en realidad lo que se observa es una onda (perturbación) que se propaga a mayor velocidad que los vientos.
Los investigadores postulan que se trata de una onda Kelvin que circula en una sola dirección (de este a oeste) y “suponen un buen candidato para transportar energía”.
“Sabemos por la misión de NASA Pioneer Venus que a 20-25 kilómetros de la superficie de este planeta la densa atmósfera acumula mucha inercia y constituye un reservorio de energía, pero hasta ahora no habíamos descubierto un candidato que fuera capaz de transportarla desde lo más profundo hasta la parte alta de la atmósfera, que es donde la superrotación se vuelve más fuerte”.
Peralta recuerda que esta onda o perturbación cambia además las propiedades de algunas nubes. Por ejemplo, su transparencia y la capacidad con las que estas dejan pasar, precisamente, la energía.
La región profunda de la atmósfera en la que se halló esta nueva perturbación es responsable del desenfrenado efecto invernadero que retiene el calor y mantiene la superficie de Venus a 465 grados.
“Venus es un laboratorio excepcional que nos permite ver qué ocurre en un planeta cuando el efecto invernadero se desboca -el 98% de la composición atmosférica es CO2-“, concluye este investigador, para quien son necesarias más investigaciones que confirmen la hipótesis aquí presentada y profundizar en la increíble superrotación.