Pero el acto finaliza, los flashes y las sonrisas se apagan, y en la soledad del despacho ministerial Carrillo se pone un poco serio y le dice a Mayor Oreja: «Jaime, verás, es que… Ésta no es mi peluca». No hubo mala fe. En Interior pensaban que aquel pelucón castaño era el que debía. Carrillo, elegante, sólo se chivó después en alguna entrevista, y el tema pasó desapercibido. La noticia es que ahora, 33 años después de su detención y 13 desde la entrega fallida, sí que se ha encontrado la peluca auténtica. Ha aparecido en un legajo del Archivo de la Administración, en Alcalá de Henares, y por fin Carrillo ha recuoerado su verdadera peluca.