En un abarrotado salón de actos de la Escuela Politécnica Superior de Algeciras, a la que han asistido la comunidad universitaria, autoridades locales y una amplia representación institucional, empresarial y del tejido asociativo, Chamizo ha denunciado que “algo se está haciendo mal cuando el número de personas empobrecidas prácticamente es el mismo o se ha incrementado. Los problemas sociales no son problemas de pobres, sino de toda la sociedad”.
Ha afirmado que “vivimos una encrucijada en la que los soportes ideológicos que hemos mantenido durante años, tal vez después de la Segunda Guerra Mundial, están siendo sustituidos por otros que pretenden ante todo, olvidar la dura realidad en la que viven millones de personas en el mundo. Los derechos humanos han sido desplazados por los intereses económicos y por ideas que giran en el ámbito de la deshumanización”.
“El fascismo está llegando lentamente, con otras caras, presuntamente más modernas, más dialogantes, pero con las mismas dosis de crueldad. El desprecio al pobre, la aporofobia, es la nueva bandera en la que se cobijan tantos insensatos e insensatas. Hay asco, terror, desprecio a los que viven en la pobreza, da igual que sean sin hogar o inmigrantes y refugiados. Si eres rico, no importa la nacionalidad ni tu estatus social, aunque el dinero proceda de actividades ilícitas”, ha manifestado.
En relación al problema de las drogas, que Chamizo combatió desde la década de los ochenta en el Campo de Gibraltar, ha indicado que ve con cierto pesar cómo se repiten viejas situaciones con elementos más preocupantes: “mayor poder del narco, generalización de la cocaína y, lo que es peor, pasividad de la sociedad española ante una realidad sangrante. Hoy se consumen más drogas que nunca. El tráfico de drogas parece crecer sin límites. La sociedad debe reaccionar”.
Sobre inmigración, ha dicho que “es el último proceso revolucionario al que hemos asistido en primera fila. Millones de seres humanos, desde el silencio, pidiendo justicia, dignidad, libertad, fraternidad. Mientras tanto, el Primer Mundo no estaba para revoluciones y ha abordado esta nueva situación proclamando leyes injustas, estableciendo más controles, más muros, más concertinas, más cuchillas, para librarse de esta gente a la que ya no necesita”.
“Esta intencionada valoración despectiva de lo ajeno, de lo pobre, porque nos viene de fuera, se explica sencillamente porque jamás hemos asumido el derecho a emigrar como tal derecho”, ha afirmado Chamizo.
También ha tenido palabras especiales para los Menores de Edad No Acompañados (Mena) como fenómeno creciente dentro de la inmigración del que ha dicho que “los niños son los nuevos embajadores de esas familias empobrecidas”.
Chamizo ha dedicado también parte de su discurso a la labor que desempeñó durante años al frente de la oficina del Defensor del Pueblo, con los objetivos de “posibilitar que el poder público garantizara el respeto a los derechos humanos en su acepción más amplia; supervisar a las administraciones para que cumplan con los derechos ciudadanos; denunciar todo aquello que no funciona”.