Unos dicen que el ministro esperaba la pregunta y tenía la respuesta preparada, otros que simplemente aprovecho la oportunidad para sembrar confusión. Pero la mayor parte opina que Ábalos no da puntada sin hilo, y por una cosa o por otra, él sabía que se iba a montar y se montó, porque esta posibilidad no tiene precedentes en la historia de la democracia española.
Sin embargo, los barones socialistas parecen estar calentando el sistema para un nuevo combate electoral. El núcleo duro de Ferraz ahora considera que, ante el deterioro acelerado de la legislatura, aguantar hasta otoño -el plan inicial- se hace demasiado cuesta arriba, incluso para un superviviente como Sánchez. En su lugar, se inclina por convocar un superdomingo electoral en mayo, que todo el partido se la juegue a la vez, y así aprovechar la confusión que generan las distintas marcas de su competidor Podemos en cada territorio, y que con la confusión de siglas podría salir perdiendo.
El 26 de mayo nos podemos encontrar con una inmensa mesa electoral. O más bien una gran batalla electoral, porque para ese día está aprobada la celebración de las Elecciones Europeas (1 urna), Locales (1 urna) y Autonómicas -en toda España, salvo Cataluña, País Vasco, Galicia y Andalucía- (1 urna), las de las Elecciones Generales (2 urnas, Congreso y Senado). Cinco urnas en casi toda España. Por cierto, en Euskadi también se votan las Juntas Generales que son los Parlamentos forales de cada Diputación de los tres territorios. Una urna más. Y en Canarias los cabildos, tendrían otra urna más.
Ese superdomingo supone un reto político sin precedentes para todos los partidos. También organizativos. Se juntarían, como he dicho, hasta seis urnas: Congreso, Senado, autonómicas, municipales, europeas, cabildos en las islas y parlamentos forales en el País Vasco. Entraña una dificultad organizativa enorme, con riesgo de que el recuento se alargue al día siguiente, de que los votantes acaben sepultados en propaganda electoral y muchos de ellos, confusos ante tantas opciones. No dando ocasión a la ciudadanía para saber qué votar o tener una conciencia clara de qué está votando en cada una de esas seis urnas.
Y desde el punto de vista político significaría que el debate español se llevaría por delante todos los demás debates, como está ocurriendo en las elecciones andaluzas, donde los líderes nacionales vienen a Andalucía a soltar su discurso sobre los presupuestos del Estado o los acuerdos con la Unión Europea, olvidándose de los problemas concretos de Andalucía y tapando el debate autonómico sobre paro (con un paro juvenil del 46% cuando la media nacional es del 33%), o de la situación de la sanidad y educación necesitadas de un aumento en sus recursos. Los grandes problemas de nuestra tierra exigen invertir más y que el Estado trate a los andaluces como se merecen. Los andaluces somos el 18% de la población del país y solo tenemos el 13% de la riqueza nacional.
Sin embargo, hay un argumento a favor del superdomingo. Hasta que no se celebren generales es muy complicado que haya pactos. Los partidos van a demorarlos todo lo posible para no retratarse. Si, por ejemplo, Ciudadanos pactase con el PSOE en algunas autonomías, luego eso lo desangraría por la derecha. De hecho, la parálisis sobrevuela los cálculos tras las andaluzas a la espera del siguiente round electoral. Según esto, juntar todas las elecciones sería como poner el contador a cero en todos los niveles y dar manos libres para pactar de aquí a cuatro años.
Cuándo llegará a este país la revolución de las conciencias, y de los votos, para poder desenterrar la línea del horizonte, porque ahora tengo la sensación de estar al borde del abismo, y con una percepción autoinducida o no de gran alarma social, porque a más sangre, más aplausos. ¡Pobre democracia!