¿Falta mano de obra?  Por: Ángel Luis Jiménez.

 

Estamos viviendo la paradoja de más parados con mayor oferta de empleos y más vacantes sin cubrir. La mayoría de las economías avanzadas a ambos lados del Atlántico lidian con esa paradójica ecuación. El INEM francés tiene actualmente un millón de ofertas de trabajo sin atender.  

La pandemia mermó la actividad hasta niveles impensables y, cuando la recuperación ha llegado, falta mano de obra. En EE UU las dificultades para las empresas son patentes hace meses. “Páguenles más”, aconsejó ya en junio el presidente Joe Biden. Y en agosto cuando le preguntaron por la escasez de trabajadores al ministro francés de Economía, respondió: “Paguen mejor”. 

La percepción es que la situación solo afecta a ciertos sectores, pero su combinación con el Brexit y la escasez de combustibles ha mostrado en el Reino Unido que tiene potencial para pasar de contratiempo empresarial a emergencia nacional. España y otros países de la UE deberían tomar nota porque el transporte aparece en todos los diagnósticos como un segmento crítico. 

Pero, ¿cómo posible que con casi 3,3 millones de parados falten trabajadores en España? “Parece increíble”, responde Antonio López, director de Adecco. Aunque está sucediendo porque “El diagnóstico de todo esto es que faltan perfiles, no tenemos centros formativos para abastecernos y no está alineada la oferta de empleo que tenemos con la oferta de Formación Profesional”.  

La importancia de la formación profesional es un mensaje en el que insiste la patronal, pero añaden otras preocupaciones. “Necesitamos mano de obra y todavía no han llegado los fondos europeos. Cuando lleguen, vamos a tener mucha más tensión y dificultad para encontrar trabajadores”, lamenta Pedro Fernández-Alén, de la Confederación Nacional de la Construcción.  

Lloverá sobre mojado, porque la dificultad para encontrar ciertos perfiles profesionales ya existe. Lo mismo que pasa en el transporte, señala el presidente de la patronal Fenadismer, Juan José Gil. “Se manejan cifras estimativas de que faltan unos 15.000 camioneros”, asegura, “las empresas se encuentran con muchos problemas para cubrir plantilla cuando alguien se jubila”. 

Recordemos que, tras la crisis financiera de 2008, los problemas de la economía tenían que ver con la demanda, no con la oferta. La burbuja de la vivienda había estallado, los consumidores no gastaban lo suficiente como para cubrir el vacío y los estímulos diseñados para aumentar la demanda fueron excesivamente reducidos y breves. 

En cambio, en 2021, muchos de los problemas parecen deberse a una oferta insuficiente. Las mercancías no pueden llegar a los consumidores porque los puertos están atascados; una escasez de chips ha complicado la producción de automóviles; y muchos empresarios manifiestan que tienen dificultades para encontrar trabajadores.  

Probablemente gran parte de esto sea transitorio, aunque las alteraciones en las cadenas de suministros se mantendrán un tiempo. Sin embargo, algo fundamental y duradero está teniendo lugar en el mercado laboral. Puede que los sufridos trabajadores, que llevan años mal remunerados y trabajando en exceso, hayan llegado al límite. 

Al principio de la pandemia, la población compensó la pérdida de servicios comprando cosas. La gente que no podía salir a comer, reformó sus cocinas. La que no podía ir al gimnasio, compró máquinas para hacer ejercicio en casa. La consecuencia fue un asombroso aumento de la adquisición de todo tipo de productos.  

Pero a medida que la covid-19 retroceda y la vida vuelva poco a poco a la normalidad, los consumidores comprarán más servicios y menos cosas, reduciendo la presión en puertos, transportes por carretera y ferrocarriles. Por el contrario, la situación laboral no mejora, ni en salarios ni en condiciones laborales.  

Por ejemplo, ¿qué está pasando realmente para que trabajadores del transporte dejen el empleo o exijan mejores salarios o mejores condiciones laborales? Hasta hace poco, los conservadores culpaban a las prestaciones por desempleo o a las ayudas, afirmando que reducían el incentivo para aceptar un trabajo, como antes.  

Pero, no será que la pandemia llevó a muchos trabajadores españoles y europeos a replantearse su vida. Valía la pena seguir con un trabajo con salarios bajos, jornadas laborales largas y trabajos inestables que les conducen a la pobreza. El número de trabajadores/as en riesgo de pobreza en España es ahora del 12,7%. 

Teniendo en cuenta estos hechos, no sorprende que muchos trabajadores estén dejando el empleo. Pero, por qué ahora. Muchos trabajadores odiaban su trabajo antes y ahora, pero no se dejaban llevar por esos sentimientos. Qué ha cambiado. Es solo una conjetura, pero parece posible que la pandemia haya hecho que algunas personas reconsideren sus elecciones vitales.  

No todo el mundo puede permitirse dejar un empleo que odia, pero un número considerable de trabajadores parece dispuesto a aceptar el riesgo de probar algo distinto: jubilarse antes de tiempo a pesar del coste económico de no esperar a los setenta años o buscar un empleo menos desagradable en un sector distinto… 

Y aunque esta nueva actitud exigente de unos trabajadores empoderados les está haciendo más difícil la vida a consumidores y empresarios, seamos claros, en general, es bueno. Los trabajadores exigen un trato mejor, un cambio en las relaciones laborales y unos sueldos dignos. Y al país le interesa que lo consigan, porque a todos nos irá mejor. O eso creo. 

 

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