Habían pasado ya años del fallecimiento de Pérez Arriete, cuando su sobrino nieto Enrique Pérez acudió un día a la puerta del Casino, donde era bastante fácil encontrar al entonces Cronista Oficial de la ciudad, Cristóbal Delgado, para pedirle que le firmara un libro. Al decirle la identidad de su tío, Cristóbal Delgado se echó mano a la cartera y sacó una foto de Pérez Arriete: “Me dijo que siempre la llevaba consigo, porque para él era un ejemplo a seguir”.
Esta anécdota ejemplifica la profunda huella que dejó Juan Pérez Arriete en la Algeciras de su época y en la gente que le conoció. Ahora, su historia vuelve a cobrar actualidad con el libro Los amores de Don Juan Pérez Arriete, que Enrique Pérez presentó este lunes en el Centro Documental José Luis Cano. Un libro en el que su sobrino nieto repasa las distinrtas facetas de un hombre que dedicó su vida a su ciudad.
El Cronista
Uno de los aspectos en los que se detiene la obra de forma profusa es en el trabajo y el legado periodístico que Juan Pérez Arriete dejó en la ciudad. Corría el año 1912 cuando, con tan solo 24 años, fundó el periódico El Cronista que, en julio de 1915 se convertiría en diario, el primero de la historia en Algeciras.
El periódico comenzó a editarse en la calle Monet, en un almacén que había allí, esquina con la calle Isaac Peral. Pocos meses después, se trasladó al bajo de la casa donde vivía, en la calle Cristóbal Colón; y después, al pabellón situado en la parte de atrás del Casino Cinema, donde se termina editando cuando ya era diario.
Además del enorme legado histórico y periodísticos que suponen las páginas de El Cronista, Pérez Arriete demostró desde sus páginas que era una adelantado a su tiempo, defendiendo desde su tribuna asuntos que terminarían por convertirse en realidad, como la proyección marítima de Algeciras, con un entorno idóneo para construir un gran puerto; o la creación de un puerto franco en Isla Verde; o la idoneidad de contar con un astillero de reparación y construcción de barcos…
El enorme legado que suponen las páginas de este periódico fue rescatado del olvido por el entonces director del Archivo Municipal, Agustín del Valle, que ha hecho que se conserve en cinco tomos encuadernados, además de otro tomo con sus colaboraciones en periódicos de toda España.
Hombre culto
También repasan las páginas del libro la semblanza literaria de Pérez Arriete, un hombre entregado al mundo de la cultura y el conocimiento, que logró reunir en su casa una valiosa biblioteca, tanto que hubo que reforzar con vigas la buhardilla para que soportara el peso de los libros.
Una auténtica joya que la ciudad debió haber conservado, pero que fue vendida en 1962 a un marchante que se la llevó a Madrid.
Su legado literario, no obstante, nos llega a través de los libros que escribió, además de sus pregones. De estos, llegó a hacer 19 para la Feria Real de Algeciras entre 1942 y 1960, además de uno para Sermana Santa en 1953 de gran belleza literaria y que está reproducido de forma íntegra en el apéndice del libro presentado esta semana.
Cronista Oficial
La relación de Pérez Arriete con la historia de la ciudad es también bastante llamativa. En la década de los cuarenta, Manuel Pérez Petinto asume el cargo de Cronista Oficial de la ciudad, un trabajo que desempeña de la mano de Pérez Arriete, ambos muy amigos y colaboradores.
Al fallecimiento de Pérez Petinto. Juan Pérez Arriete continúa desempeñando las labores de cronista aunque de forma extraoficial. Sería en su lecho de muerte cuando Isidoro Visuara, entonces concejal del Ayuntamiento, impulsara su nombramiento como Cronista Oficial de Algeciras en marzo de 1961, a un mes de su fallecimiento.
Humanista
La cercanía de Enrique Pérez a la figura de Pérez Arriete le ha permitido también trazar en el libro una semblanza más humana y cercana a la persona del ilustre algecireño, que durante 44 años desempeñó su trabajo como secretario de la Cámara de Comercio y Propiedad Urbana.
Uno de estos aspectos que aparecen reflejados en la obra biográfica es su carácter profundamente religioso, una vinculación que le lleva a formar parte de la fundación de la cofradía del Cristo de Medinaceli y de la Virgen de la Esperanza; y que llevaría también años después a ser adorador nocturno y hermano mayor de la Adoración Nocturna.
Su carácter religioso le impregna además su comportamiento en distintos momentos de su vida. Uno de los más trascendentales fue la noticia de un anciano indigente que se tiró a las vías del tren. Tan gran impacto le causó este hecho que comenzó a promover iniciativas de todo tipo dirigidas a los más necesitados.
De hecho, hay un capítulo especialmente asombroso de su semblanza, que era la costumbre de acudir al responso cada vez que fallecía algún indigente y de acompañar su féretro andando hasta el cementerio, en muchas ocasiones, él solo.
Cuando le pregutaban por la identidad del fallecido, respondía que se trataba de “un hermano”.
No es de extrañar que, cuando en 1962 Isidoro Visuara promueve la designación de una calle de la ciudad con el nombre de Juan Pérez Arriete, se eligiera la del camino del cementerio.