No hay nada común en la carrera de Galliano, cuyo nombre artístico disimula sus raíces hispanas en un menos glamuroso Juan Carlos Antonio Galliano-Guillén, nacido en Gibraltar un 28 de noviembre de 1960, hijo de un llanito y una española.
Instalado en Londres desde la infancia, despuntó en los años 80 como estudiante de diseño y en su prematura carrera recibió el premio de mejor diseñador británico hasta en tres ocasiones.
A mediados de los 90 era el diseñador de moda por excelencia y en 1997 se acercó al absolutismo: el empresario Bernard Arnault lo puso al frente de Dior.
Fue el inicio de un idilio que duró cerca de quince años, hasta que las adicciones del modista más histriónico y teatral acabaron con él.
Una pareja lo grabó soltando improperios contra los judíos y ensalzando a Hitler en La Perle, un conocido bar del Marais, en el centro de París. Lo denunciaron y la prensa difundió las imágenes que dieron lugar a otras demandas y a que Dior se desprendiera de él.
Galliano pasó dos años encerrado en un centro de rehabilitación en el desierto de Arizona. Fin del acto I.
“Galliano fue la primer víctima de la cultura de la cancelación en la moda. Fue desterrado en la moda y en la sociedad por ese arrebato de borrachera. Sí, necesitaba retirarse, pero el destierro fue total durante un buen tiempo”, dice a EFE la periodista Dana Thomas.
ASCENSO Y CAÍDA DE UNA ESTRELLA
Autora de la doble biografía “Dioses y reyes: Ascenso y caída de John Galliano y Alexander McQueen”, publicado en español por Superflua, Thomas enhebra en su libro la carrera de dos hombres marcados por el éxito y la desgracia.
Un inquietante paralelismo marcó sus vidas y su trabajo: McQueen se suicidó en 2010, mientras que las drogas y el alcohol llevaron a Galliano a la desgracia. Con ellos se acabó la idea del “couturier star” y ambos pasaron a ser percibidos como juguetes rotos de la despiadada industria de la moda.
“Galliano tuvo una fuerza mediática excepcional. Hoy resulta representativo del final de un ciclo: el apogeo absoluto y la destrucción. Su caída en desgracia fue un ‘shock’ para el mundo de la moda”, dice el responsable de archivos de alta costura y creación contemporánea del Museo de la Moda de París, Alexandre Samson.
Aunque reconoce que resulta imposible pensar en el diseñador sin comprender al personaje, Samson recuerda que el trabajo de Galliano en la historia de la moda es “excepcional”.
“Tenemos la suerte de conservar piezas suyas que muestran el saber hacer, la técnica. Hay vestidos cortados en diagonal sin aberturas, sin cremalleras, como en los años 30”, explica Samson.
Una de sus mayores contribuciones a la moda es, según el especialista, la creación de un universo propio en la que desde la concepción hasta la fabricación del vestido, muestra un altísimo dominio de ideas y de calidad, y un auténtico amor por la silueta femenina.
Ideas que, de cara al público, han podido quedar sepultadas por la polémica.
“Galliano llevó la moda a un lugar más sensual. Puso la belleza de nuevo a la vanguardia. Tenía una compañía pequeña e independiente en la que él mismo teñía las piezas a mano. Cuando llegó a Dior se perdió: los espectáculos se volvieron demasiado teatrales, las ropas en disfraces”, opina Thomas.
RECUPERAR SU INFLUENCIA
Al diseñador le salvó sin duda el apoyo incondicional de Anna Wintour y Oscar de la Renta, que fue el primero en tenderle la mano para que volviera a crear.
Desposeído incluso de la marca que llevaba su nombre, y que hoy tiene poco que ver con lo que creó el gibraltareño, Galliano trabaja desde 2014 en Martin Margiela, a la que ha aportado su afán por la deconstrucción y el dramatismo.
“Creo que en la fuerza del anonimato de Martin Margiela ha encontrado una especie de penitencia”, opina Samson, para quien Galliano no ha perdido su saber hacer y su creatividad.
Sin embargo, sus creaciones levantan aplausos pero no parecen haber apasionado al público ni tener el eco cultural del primer Galliano.
La oportunidad en Margiela le ha permitido, eso sí, volver del exilio, aunque el creador aún lucha por recuperar su influencia.
“Espero que algún día tenga su propia casa de alta costura. Algo pequeño donde pueda volver a crear belleza en su forma más pura”, defiende la biógrafa.
Un buen propósito para iniciar la nueva década.