La pregunta ahora es si fue para siempre, ya que hasta el momento ni el barco ni cuatro de sus tripulantes han aparecido.
Tal y como se tuvo conocimiento de la desaparición un dispositivo con Salvamento Marítimo y Guardia Civil, entre otros, se puso en marcha para tratar de localizar a posibles supervivientes. Una carrera contrarreloj a la que posteriormente se sumaría la Armada con equipos especializados.
Pasaban las horas, la ley del mar seguía imperando y la sociedad civil mostraba su respaldo a unos marineros desaparecidos. Tampoco faltaba el apoyo de políticos, incluso de nivel nacional, que mostraban sus condolencias a la familia a través de las redes sociales, el vehículo de comunicación más rápido y más publico en la actualidad.
La propia ley del mar expulsó parte de los restos del ‘Rúa Mar’ –dos bidones de aceite y dos balsas– muy lejos del punto donde supuestamente había naufragado el barco. La aparición, el 26 de enero, se produjo cerca de la costa de Barbate, lo que hacía indicar que la corriente jugaba con ventaja sobre los medios técnicos y humanos puestos al servicio de la búsqueda.
Esa corriente hizo que aparecieran posteriormente dos de los cuerpos pertenecientes a la tripulación, los días 27 y 28. Una ventana de esperanza para las familias, que dentro de la tragedia podrían vivir sin la desazón del desconocimiento, tendrían un lugar a mano donde llorar la tragedia. Con la aparición de los cuerpos, las muestras de condolencias, el reconocimiento al duro trabajo del marinero y la exaltación al sector pesquero.
En cinco días se habían podido recuperar dos de los cuerpos de la tripulación y la esperanza hacía albergar la posibilidad de que fuera el propio mar quien devolviera en cuestión de días al resto de ellos. El dispositivo de búsqueda seguía trabajando contrarreloj y ampliaba su búsqueda hasta la costa de Málaga.
Ocho días después de que el pesquero naufragara, se conoció la noticia de que el pesquero zozobrado estaba siendo investigado por la Audiencia Nacional por una presunta relación con el tráfico de droga. Además, el dispositivo de seguridad se veía obligado a pararse ante las malas condiciones meteorológicas. Posteriormente fue reanudado y vuelto a parar porque el Estrecho y sus vientos no permiten que se imponga la tecnología de un robot de búsqueda. Un mes después, aunque con menos focos mediáticos encima, las familias siguen igual, esperando que el mar quiera devolver lo que supuestamente se tragó aquella madrugada del 23 de enero.