Pero no solo está en riesgo la Tauromaquia por el poder ejecutivo, sino que también hay que mirar dentro del mismo para entender que si se pierde la emoción, la bravura, la casta y en definitiva la verdad del espectáculo , dicha actividad está condenada a la extinción.
En primer lugar los poderes no pueden prohibir la Tauromaquia, porque está blindada con la ley 18/2013 considerándola Patrimonio Cultural garantizando su conservación y difusión. El nuevo gobierno crea un espacio de Bienestar animal, dando protección a los animales domésticos, donde naturalmente no se encuentra el toro bravo, estando este incluido en el Ministerio de Cultura como estaba. Pero se ponen palos en la rueda cuando se habla de subvenciones 0 para este arte, donde la única subvención que posee son 30.000 euros del premio nacional de Tauromaquia y 35.000 euros a la fundación del toro de lidia. Y porqué ? cuando otras disciplinas culturales, hablamos de cine, teatro, danza, música, reciben suculentas cifras para sufragar su puesta en escena. Se habla de un referéndum para decidir sobre su supervivencia, cuando existen cuestiones de suma importancia, en el que invertir, dinero y tiempo, por ejemplo en reducir el paro, para que los españoles piensen si tienen que suprimir los festejos taurinos.
Pero aquí hay unas razones de suma importancia que valoradas en su justa medida hacen que la esperanza de que este arte no desaparezca. La Tauromaquia es un filón de economía. En el año 2018 la tauromaquia dejó en las arcas del Estado en concepto de IVA unos 118 millones de euros, con una recaudación de unos 3.560 millones de euros y donde acuden unos 6 millones de personas libremente. Genera unos 57.000 empleos directos y casi 200.000 indirectos, de notable importancia los festejos populares que en contraposición a las corridas de toros al uso, suben exponencialmente. Los canónes que pagan los empresarios taurinos de las grandes plazas son fuente de riqueza para las ciudades donde se celebran corridas de toros, aparte de los efectos directos, directos e inducidos, que genera en cualquier ciudad dicho evento. Por lo tanto con estos datos y otros más, el toro es fuente de riqueza y subsiste por sus propios recursos.
El toro es fuente de ecologismo y guardián de la dehesa, en nuestros campos , extendiéndose en 540.000 hectáreas, siendo una raza única en el mundo, además de ejemplo de biodiversidad, constituyéndose los ganaderos bravo en gestores ambientales.
En segundo lugar mirando el interior del toreo surgen algunas dudas para la subsistencia. El toreo es una disciplina de verdad, nada impostado, todo lo que se hace en el ruedo tiene su riesgo en la vida de la persona que lo ejecuta, que naturalmente es consciente y nadie le obliga. Si le quitamos al toro ese componente de fiereza, de bravura, casta y de su estado impoluto, si el que va a una plaza de toros observa que eso lo puede hacer el sin riesgo, que lo que se ofrece es un acto aburrido, abúlico, y con un animal desvalido y sin presencia, estamos abocados al fracaso. Estamos viendo que en años sucesivos, que los aficionados están abandonando las plazas de toros, los públicos cada vez son menos entendidos y bullangueros, por lo que estamos devaluando el sentido de este espectáculo. Y aquí tienen mucho que decir los verdaderos actores principales de la fiesta que son los toreros, hay que preservar lo autentico, la emoción y la pureza, si queremos que el negocio siga funcionando.
Por lo tanto existen dos componentes, que acechan, el político y el interno, uno nos queda lejano, (el político), el otro (Interno), si se le puede poner remedio. La Tauromaquia subsistirá mientras el pueblo quiera, y los aficionados como sufragadores de este espectáculo debemos de acudir ahora más que nunca a las plazas de toros, debemos de defender nuestra cultura y vocación taurina en cualquier lugar, son tiempos difíciles para el toreo, pero existen argumentos de peso y posibilidades de que sigamos disfrutando de nuestra seña de identidad, de nuestra cultura por muchos años. La Tauromaquia.