Kuka, un podenco negro de 7 años, más bien podría llamarse Batman, como la llaman muchos vecinos, y ser campeona de salto de altura. Pocos canes han vivido las aventuras de este animal de 14 kilos y han salido airosos. Resulta que caer desde un décimo piso a este can le ha costado tan solo una leve cojera pasajera y unos cuantos moratones.El suceso tuvo lugar el pasado día de la Virgen del Carmen, a mediados de agosto. De todos es conocido que los fuegos artificiales no son precisamente el mejor amigo del perro. A Kuka en concreto le ponen histérica y cuando los oye le entra pavor y trata de huir desesperadamente. Aquel día la perra se encontraba sola en casa de los padres de su dueño, Victor, que habían ido a la playa por la tarde. Kuka está acostumbrada a vivir en una casita adosada, cuyos muros puede burlar fácilmente para ir a su antojo por las calles de San García. Su propietario explica que la perra tiene que saltar 5 patios para llegar a la calle, algo que no la detiene.Pero en esta ocasión se encontraba en la décima planta de un edificio de 11 alturas en San José Artesano. Al comenzar los cohetes por la festividad, supone su dueño, la perra se puso nerviosa y trató de escaparse como hace habitualmente. Kuka, perfecta escapista, buscó el punto flaco de la vivienda. Todo estaba cerrado a cal y canto, afortunadamente, salvo un pequeño resquicio en la ventana del lavadero que desemboca en el ojo patio. La pequeña Batman, haciendo su particular versión canina de La fuga de Alcatraz, abrió la ventana con el hocico, pensando que la altura sería la misma a la que estaba acostumbrada, y se lanzó sin mirar. A lo loco.
Por suerte, los numerosos tendederos fueron amortiguando el cuerpo de Kuka, que descendió arrasando las cuerdas de los vecinos e incluso rompió o dobló los hierros donde se enganchan. Su última parada fue un tejado de plástico del vecino del bajo, que evitó que el pequeño perro se diera contra el suelo. Justo en el momento en que cayó el animal, los padres de Victor se encontraban en el portal, de regreso del día veraniego en la playa. Escucharon un estruendo enorme, pero supusieron que sería uno de los fuegos artificiales o simplemente ruido en la casa de algún vecino. Al subir a su hogar y no encontrar al perro llamaron a su hijo para preguntarle si lo había recogido él. “Enseguida me temí lo peor y le pedí a mis padres que revisaran las ventanas. Mi madre se asomó por la del patio, la única que había dejado con una rendija y vio a mi perra en el tejado del vecino tumbada. Parecía que estaba muerta”, relata Víctor. Salió corriendo hacia la casa de sus padres, y cuando estaba llegando le volvieron a llamar y le dieron una buena noticia. Kuka estaba moviendo el rabo y ladrando desde abajo. Un final muy feliz. El vecino del bajo no se encontraba en su casa en esos momentos, por lo que se libró de un buen susto. Victor consiguió sacar a la perra a través de uno de los barrotes del rellano que da al ojo de patio. “Tan solo cojeaba un poco. Supongo que se habría hecho unos buenos moratones, pero con el pelaje no se le veían”, explica su dueño. La familia dejó una nota a los vecinos para que no se alarmaran al ver los desperfectos en los tendederos y les pidieron que subieran al 10 A para reclamar los daños. Finalmente, el paseo de Kuka por el ojo patio le ha costado a Víctor algo más de 150 euros en las reparaciones de los tendederos de los vecinos y del techo de PVC del bajo, además de que cuando llega a casa de sus padres es recibido con bromas. Pero sin duda, la que se ha hecho más famosa es Kuka, a quien los habitantes del bloque llaman Batman, un nombre que le viene al pelo, tanto por su demostrada habilidad para los saltos, como por el color de su pelaje.