IAM/ALJ En este país no PODEMOS contribuir a se mantenga la cultura de la impunidad franquista, 40 años después de la muerte del dictador. Y no PODEMOS permitir que se haga con nuestro silencio, y menos en nuestro nombre. Hoy se cumplen 40 años de la muerte de Franco, y me pregunto por qué algunas de de las obsesiones del franquismo han pervivido hasta nuestros días. Desde hace tiempo el filósofo Fernando Savater nos viene advirtiendo, en esta fecha, sobre los residuos tóxicos que provienen de la larga contaminación franquista, como por ejemplo “la animadversión a la política y a los políticos”, que lleva a tantos repetir la principal recomendación paternal del dictador “Hagan como yo no se metan en política”. Cuarenta años después, todavía el CIS pregunta a la gente literalmente si “es mejor no meterse en política”. Y el 43,6% dice estar de acuerdo, cuando sin participación política no hay democracia.No terminan de acabarse las polémicas sobre el rotulado de calles y edificios con la nomenclatura del franquismo -en paralelo con la escasa ayuda para localizar a los desaparecidos, fusilados y sepultados en fosas comunes o cunetas-. ¿Os imagináis un país con más de 140.000 desaparecidos que no quiera buscarlos y humille a los familiares que persisten en la necesidad de saber dónde están enterrados sus seres queridos? Sin mencionar que todavía subsisten algunas dedicatorias de calles y plazas en nuestro país a los generales golpistas.En las fechas próximas al 20-N las tiendas de “souvenirs” franquistas, con Pio Moa a la cabeza, abren su amplia oferta de novelas, estudios históricos, psicoanálisis de andar por casa, elogios disimulados y sanas diatribas, cuando los programas de educación formal y la transmisión colectiva de la memoria no han hecho lo suficiente por mantener unas ideas claras sobre Francisco Franco, sin una razón admisible para esa amnesia. Aquí hace falta como en Alemania convertir en memoriales los lugares que fueron escenarios del terror para que todo lo que ocurrió se sepa y nunca más se repita la barbarie.Con tantas bazas positivas en el haber de los españoles, desde la muerte del dictador hasta ahora, resulta desolador comprobar que la sociedad española todavía sigue bastante dividida sobre la interpretación de su pasado reciente. Parece no haber suficiente perspectiva entre aquellos que atacan frontalmente el sistema, quizá sin conciencia de que en ellos pervive la nostalgia de las soluciones mesiánicas y de un régimen beato y cutre como el franquista que creó una miseria más moral que política y más estética que moral.Decía Vázquez Montalbán que durante esa época parecía que a todo el mundo le olían los calcetines. Pues bien, a veces, cuando uno hojea el tebeo populista, escucha a los obispos, ciertas tertulias radiofónicas o las mentiras de Rajoy con su tono populista… nace la sospecha de que a los españoles nos vuelve a abandonar el desodorante y continua la basura de la corrupción.