La reforma constitucional, no es un capricho, es una necesidad. El régimen del 78 se nos está desmoronando. Javier Pérez Royo, Catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Sevilla, en su libro “La reforma constitucional inviable”, dice que la reforma de la Constitución monárquica, bipartidista y antifederal, producto de “la Transición”, es prácticamente imposible. Pero cada vez son más numerosas las voces que solicitan su reforma de manera perentoria.Y sin embargo, no se va a reformar por una sencilla razón: la Constitución descansa en un principio de igualdad “domesticado” con la finalidad de asegurar la restauración de la monarquía. Esto se tradujo en una composición y un sistema electoral para el Congreso que desembocó en un bipartidismo dinástico, al tiempo que cerraba, con la composición del Senado, la puerta al Estado federal. Esa domesticación ha operado de manera razonable aunque decrecientemente durante cuarenta años. Pero ya no es así. Y no podemos seguir engañándonos por más tiempo sobre el estado de España y de su Constitución.También Santiago Muñoz Machado, Catedrático de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid, en su “Informe sobre España” (Repensar el Estado o destruirlo) plantea lo que podría ser el punto de partida de un debate necesario sobre el deterioro de las instituciones públicas en España, mostrando a la opinión pública el funcionamiento y los fallos de nuestro sistema constitucional como punto de partida para encontrar salidas a la presente situación.El autor nos describe la crisis constitucional que padece nuestro país, a pesar de que se niegue por la mayor parte del establishment. Tal vez porque “el pueblo español no tiene la costumbre de remodelar sus Constituciones, sino de derogarlas para empezar de cero”. Y por las circunstancias en que fue otorgada -tras una guerra civil y una larga dictadura-, la Constitución ha sido mitificada, exaltándola como cuasi sagrada. Todo ello conduce a una ley fundamental intocable pero petrificada, a pesar de que la opinión pública aboga por unas modificaciones consideradas más necesarias que las reformas estructurales del Gobierno.Pero el anquilosamiento no es el único motivo de la crisis constitucional. En 1978 se fijaron en la Constitución ciertas indeterminaciones que atañen principalmente a la descentralización -Estado de las Autonomías- y que son las causantes del desaforado crecimiento de las Administraciones autonómicas o del choque de competencias entre Estado, Comunidades y Municipios. Muñoz Machado no se engaña y declara que los intereses políticos son la causa de no realizar una reforma seria, meditada y basada en estudios previos de expertos juristas, pero a los políticos les viene bien las cosas tal como están, sobre todo al Partido Popular.Sin embargo, la Constitución, esa ley fundamental de cuya sacralidad nos hablan de continuo, es vulnerada a diario. Cada día se aprueban y ejecutan leyes anticonstitucionales ante la indiferencia de legisladores y políticos. De esta manera, los derechos de los ciudadanos se ven mermados y quebrantados sin que la opinión pública parezca interesarse por la situación. Por tanto, se hace necesario acometer una reforma constitucional o, en su defecto, servirse de las leyes existentes o promulgar las que sean necesarias para lograr que la Constitución sea respetada y con ella, el pueblo español que es, no lo olvidemos, quien se la otorga a sí mismo.Así que el Gobierno no puede decir a estas alturas que el funcionamiento del Estado es correcto y que no resulta necesaria ninguna reforma. Su inmovilismo es sencillamente irresponsable, pues esta postura es más desestabilizadora que cualquier reforma. Posiblemente con la reforma de la Constitución no construiremos un país más fuerte, pero si un país más respetuoso con sus ciudadanos y sus derechos y deberes. La reforma constitucional, y qué hacer para mejorarla, es una de las decisiones a tomar por los españoles cuando vayamos a votar el 20 de diciembre. No lo olvidemos.