IAM/Redacción Espero que las políticas del miedo de la derecha tengan un límite -todo tiene un límite-, pero especialmente las continuas declaraciones de Esperanza Aguirre.Creo que esta señora debería recibir una adecuada atención profesional ante tanta locura, soberbia y estupidez de sus palabras, pero no soy especialista para saber cuál es exactamente su problema.
En la política como en la vida, la catarsis supone desprenderse de una parte del pasado para iniciar el camino del futuro. Sin embargo, en nuestro país resultará muy difícil con ese discurso del miedo al cambio de la derecha al ver en peligro su poder. La clase política dominante ha descubierto el papel que el miedo juega en la restauración de su poder y autoridad, hoy en peligro por los cambios y la nueva política surgida del 24-M. Es por eso que en la comunicación política, en vez de repartir sueños, recurre cada vez más a ofrecer protección contra incontables pesadillas. Estas pesadillas incluyen peligros terribles que no podemos ver, ni comprender el común de los ciudadanos.Al punto que la derecha para perpetuarse en el poder político, ya no utiliza los tradicionales mensajes de esperanza, crecimiento económico o generación de empleo, sino las amenazas, reales o ficticias, que describen, con frecuencia y exageradamente, peligros capaces de implantar el miedo en la población, que así acepta políticas rechazables de otra forma. Además, la mayor parte de esas amenazas son fantasías exageradas y distorsionadas por el poder político, que partiendo de una realidad inofensiva para nosotros la deforma y cobra la envergadura necesaria para justificar su gestión, incrementar sus poderes y asegurar su reelección.El fuego de estas políticas se abrió a partir de la convocatoria de las elecciones municipales y autonómicas y la publicación de las encuestas sobre los buenos resultados de Podemos y sus franquicias municipales. Ahora se habla de conjura judeomasónica, de estalinistas o de nostálgicos de un estado Islámico. A por ellos, que son pocos y cobardes, dice la derecha. Empezaron por llamarles bolivarianos, a asociarlos con los Gulag y finalmente los equiparan al partido nazi. Decía en un artículo mi amigo Téllez, que lo mismo terminan por comparar a Manuela Carmena con Robespierre y a Ada Colau con Danton, pero las únicas guillotinas que están funcionando por ahora son las de los ayuntamientos donde los partidos salientes han puesto en marcha un ejército mecánico de trituradoras de papel para destruir documentación “sin interés”, aunque más bien es lo contrario.Pero no queda ahí la cosa, la ex vicepresidenta del Banco Mundial y ex ministra española de Asuntos Exteriores, Ana Palacio se ha sumado también a esta campaña que emplea la derecha más reaccionaria cuando ve en peligro sus privilegios. “Que viene la izquierda” dicen, y es algo repetido sistemáticamente por los mamuts de colmillos retorcidos de la derecha franquista con José María Aznar al fondo. Palacios también ha comparado a Podemos y Ada Colau con el ultraderechista Frenta Nacional de Le Pen o el grupo terrorista Estado Islámico (ISIS) durante su intervención en una mesa de debate sobre los nuevos riesgos económicos y geopolíticos en el marco de la XXXI Reunión del Círculo de Economía, que se celebra en Sitges (Barcelona). ¿Cómo no?Espero que todo esto tenga un límite -todo tiene un límite en la vida-, pero especialmente lo de Esperanza Aguirre, pues debería recibir adecuada atención profesional ante tanta locura, soberbia o estupidez, no soy especialista para saber cuál es exactamente su problema. Los partidos de las nuevas políticas deben mandar a la ciudadanía un mensaje claro: La esperanza en un mundo mejor. Un mundo mejor que no solo es posible, sino necesario. Pero además, sin pena ni miedo.