Se dice que la democracia está en crisis, pero esto se dice desde hace décadas. Al final la democracia siempre demuestra su fuerza y su capacidad de adaptación. Sin embargo, cada vez más personas creen que la propia idea de la democracia ha sufrido enormes transformaciones. Es más, estamos viviendo en una democracia que ya no satisface las necesidades de la gente. Y los electores perciben que el principal elemento de la democracia española es el pago de la deuda pública, que además no es pública, sino de los bancos.El historiador Pierre Rosanvallon habla de nuevos fenómenos y actividades contra-democráticas (como la ley mordaza para vigilar, controlar y reprimir la protesta social) y la fragilidad de los controles institucionales que fallan cada día más. En nuestra Democracia nos hemos preocupado excesivamente de las leyes y los procedimientos (aunque sean claves) y nos hemos olvidado de la confianza y la legitimidad. La democracia debe resultar habitable para todos los que viven en ella, si no deja de ser democracia.La obra escrita de Pierre Rosanvallon y su tarea académica están referidas principalmente a la historia de la democracia y a la cuestión de la justicia social en las sociedades contemporáneas. En mayo de 2009 organizó un foro con el tema “Reinventado la democracia”, donde decía que todos deberíamos saber qué es y qué debería ser la democracia. A lo largo de su historia, la democracia supone una continua lucha por ampliar el número de participantes en el gobierno de todos y por fijar las reglas de participación del pueblo en los asuntos de gobierno. Pero esa lucha ha sido muy lenta y sus manipulaciones son evidentes en España y nutren el desencanto ciudadano.La crisis económica y social que sacude al mundo invita a reconsiderar en profundidad la forma en que las naciones conciben sus modos de organización y regulación. Se torna urgente un nuevo enfoque sobre lo que constituye el vínculo social, lo que permite “hacer sociedad”. Encontrar maneras para incluir más el futuro en el presente y de “representar el porvenir” en forma organizada. La democracia es sinónimo de participación, modernización y transformación.Un nuevo ciclo debe abrirse en la vida de las democracias, tan decisivo como lo fueron la conquista del sufragio universal en el siglo XIX y luego la creación de los Estados de bienestar en el siglo XX. Ahora debemos dar a nuestras democracias una base ampliada, con la idea de comprenderlas de otra manera y enriquecer su significado. Hay que reinventarlas. Habría que empezar por inventar formas no electorales de representación.
Porque solo la elección, no garantiza que el poder esté al servicio del interés general, ni que siga estándolo. Un poder no es considerado plenamente democrático si no está sometido a pruebas de control y validación, que sean concurrentes y complementarias de la expresión mayoritaria.Porque ya es hora de aprehender la democracia como una “forma de sociedad”, y no sólo como un régimen. Si no se avanza en esa dirección, la sola democracia de los individuos puede conducir a la insolidaridad y la desigualdad. Una verdadera “regresión” democrática. Además, las sociedades democráticas están deshaciéndose con el debilitamiento de los Estados de bienestar que habían permitido hasta ahora darles cierta consistencia. Las desigualdades han crecido espectacularmente al no haber un nuevo principio que sustituya al estado de bienestar para reestructurar instituciones de integración y justicia social. Por ello, es necesario revivir las formas generales de la solidaridad para satisfacer las necesidades de los ciudadanos. La “cuestión social” y la “cuestión democrática” tengo muy claro que deben ir inexorablemente unidas.