Y lo que quieren es que haya transparencia en la gestión, igualdad en los derechos y el final de este régimen psoeista de treinta y cinco años, en el que Andalucía no ha dejado de ser dependiente en lo económico, subalterna en lo político y degradada en lo cultural. Y creo que ya está bien.Hay tres temas, que en mayor o menor medida, han entrado en la campaña electoral de las andaluzas, y se seguirán debatiendo a lo largo de este año electoral: La transparencia, la igualdad y si es sano democráticamente hablando que un partido se mantenga en el poder durante treinta y cinco años como ocurre en Andalucía.La transparencia es la principal vacuna contra la corrupción. Eso dicen la mayoría de los candidatos en sus mítines electorales, pero poco han hecho ellos y sus partidos por generar instituciones transparentes, por abrir los cajones, no solo a la Cámara de Cuentas, sino a los ciudadanos. Deberíamos poder ver incluso los movimientos y gastos de cada Consejería para así evitar despilfarros e impedir casos como los ocurridos con los fondos de formación. Decía hace unos días Teresa Rodríguez, candidata a la Junta de Andalucía por Podemos, que no es solo una manzana podrida la que hay en el cesto, es el cesto el que está podrido, por eso no hay más remedio que cambiar el cesto y, sobre todo, hacerlo transparente.La situación de emergencia social que vive el país a causa del desempleo (en Andalucía 1,4 millones de parados), la pobreza (en Andalucía el 29,1% de la población) y la exclusión social, obliga a los partidos políticos a asumir como prioridad en sus programas la lucha contra la desigualdad. La pobreza se ha instaurado en España, y, por supuesto, en Andalucía, pero no queríamos darnos cuenta a pesar de los avisos de organizaciones humanitarias como Cáritas, Intermon-Oxfam o Cruz Roja. Los pobres eran invisibles o eran emigrantes. Estábamos muy ocupados disfrutando de unos años boyantes con las mentiras y engaños de la burbuja inmobiliaria y un consumo disparatado a golpe de crédito. Los políticos habían dejado de pisar la calle, para gobernar desde la moqueta y el coche oficial, y se habían distanciado enormemente de la ciudadanía.Ahora estamos ante un panorama de auténtica emergencia nacional. El nivel de paro, la precariedad laboral, la pobreza y la exclusión social no solo son situaciones injustas, sino que ya están poniendo en peligro la propia esencia de la democracia de nuestro país. Hace falta un cambio.Igual de negativo es la ocupación por largo tiempo en Andalucía de instituciones y cargos por una misma organización política o unas mismas personas, entre otras cosas, porque, como afirma una frase bien conocida, el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente. En Andalucía durante treinta y cinco años nunca ha habido ni alternativa ni siquiera alternancia. El adelanto electoral posibilitado por ser Andalucía una autonomía de primera división, no ha sido como dice nuestra Presidenta interina para “dar la voz a los andaluces”, sino para evitar que las elecciones andaluzas tengan lugar tras dos sucesivos descalabros electorales del PSOE. Tratan de mantener otros cuatro años más el régimen pesoeista en Andalucía, apuntalando de camino al partido, y arrastrando votos para las municipales y posteriormente las generales. La debilidad de los adversarios, unos porque se han pasado y otros porque todavía no han llegado, hace ahora más factible esa posibilidad que dentro de un año. Pero esos intereses partidistas no son los que interesan a los andaluces, pues treinta y cinco años después del 28 de febrero, Andalucía sigue siendo dependiente en lo económico, subalterna en lo político y degradada en lo cultural. Y creo que ya está bien.