Según leo en la prensa la confluencia entre Izquierda Unida y Podemos a través de las candidaturas ciudadanas se complica cada día más. Las diferencias sobre la fórmula jurídica para concurrir a las elecciones de mayo de 2015 ponen en riesgo una unidad que en verano parecía encarrilada. La decisión tiene fecha límite, en enero Podemos cerrará su extensión territorial, definiendo su estrategia localidad a localidad, pueblo a pueblo.Pablo Iglesias, el líder de Podemos, y si lo confirman las urnas, su próximo secretario general el 15 de noviembre, ha advertido en decenas de ocasiones, y ahora lo corroboran los documentos constituyentes aprobados por abrumadora mayoría, que Podemos no va a apoyar “una sopa de siglas o una negociación entre partidos”, ni candidaturas que representen “esas prácticas de la vieja política”. Inclusive otros portavoces han matizado “compartimos el qué pero nos separa el cómo”.No presentarse en las municipales y autonómicas de mayo era la intención del equipo promotor del partido, pero la presión de sus bases, muy organizadas en algunos puntos de España, les empujó a cambiar la estrategia. Y así lo ratificó la Asamblea Ciudadana el pasado 27 de octubre aprobando su programa político, donde se señala que Podemos se presentará a las próximas elecciones municipales en agrupaciones de electores, sin las siglas del partido pero con los principios políticos y el apoyo de los medios de comunicación y portavocías estatales de Podemos. Pero en las elecciones autonómicas se presentará con las siglas Podemos.Aclarado este tema, me preocupa más cómo se tomaran los ciudadanos la corrupción generalizada de este país a la hora de votar en las próximas elecciones locales, autonómicas y generales. La corrupción está claro que genera desafección, pero no todos los colectivos de votantes se la toman igual. De hecho, muchos analistas dicen que la crisis económica y la gran recesión que la acompaña explicarían la actual desafección de la ciudadanía con nuestro sistema político. Es decir, en España estamos en una crisis política porque la democracia no produce los resultados esperados por la gente.Los ciudadanos perciben que la corrupción no deja de ser una perversión de las reglas del juego y de los procedimientos. Y cuando se produce un caso de corrupción es porque alguien ha decidido no cumplir las normas establecidas. Por lo tanto, la corrupción genera insatisfacción con la democracia por una doble vía: empeora los resultados y deslegitima los procedimientos. Sin embargo, y según las encuestas, lo relevante para los votantes no es si hay más o menos corrupción, sino la reacción de los partidos ante ésta. Cómo actúan ante el escándalo, qué reacción tiene la organización y qué medidas toman.Según los análisis de las encuestas del CIS sobre corrupción y democracia, hay dos conclusiones relevantes. Por un lado, hay personas “tolerantes” con las prácticas corruptas. Porque si los escándalos de corrupción significan algún tipo de beneficio particular o para el conjunto de la población, éstos no se convierten automáticamente en castigo electoral para los corruptos. Y por otro lado, no todos los grupos sociales ven la corrupción con el mismo grado de preocupación. Los individuos con menos renta están más preocupados por el paro que por la corrupción y los de renta media o alta están más preocupados por la corrupción que por el paro. Sin embargo, el hecho diferencial entre grupos sociales, inclusive entre países europeos, no está en el comportamiento que tenemos los españoles ante el escándalo de la corrupción, sino en el mayor grado de tolerancia ante este permanente escándalo social. Y si alguien nos puede librar de tanta podredumbre son los de Podemos, jóvenes airados e ilustrados, que según auguran las encuestas ganaran las próximas elecciones.