La plaza vivió su momento de esplendor. Los niños jugaban en los columpios, los padres se sentaban en los bancos protegidos del sol por unas cuidadas pérgolas, los chavales cansados bebían agua fresca de la fuente… Pero el tiempo pasó, y como hace con todas las cosas, también dejó sus huellas en la plaza de la Ciudad Autónoma.Los niños ya no podían jugar, pues los columpios y demás atracciones fueron arrancados. Tampoco podían calmar su sed en la fuente, ya que ésta dejó de funcionar. Los papás ya no se sentaban en los bancos vigilando a sus pequeños, pues allí ya no había vida. Y lo que era peor, en invierno, a las seis y media de la tarde, lo que antaño fuera un lugar de encuentro y de juegos se convirtió en una fría estancia sin luz, pues las farolas rotas ya no podían alumbrar nada.Pero el tiempo siguió pasando y, como pasa a veces, fue poniendo las cosas en su sitio. Hizo falta que los vecinos de la barriada alzasen la voz, que la Casa de la ciudad que lleva su nombre luchara por ella…pero al final, hubo receptividad por parte del actual Ayuntamiento de Algeciras y ese bonito lugar recobró su esplendor para orgullo de Algeciras y de Ceuta.Los niños, ya otros niños, quizás los hijos de esos primeros que se balanceaban en los columpios, volvieron a jugar en la plaza. Cuando la sed llegaba, ya podían beber de su fuente. Los padres volvieron a esperar a sus hijos contemplando las flores recién plantadas en los setos. Y la plaza, esa que se inauguró hace 16 años, volvió a brillar con una nueva luz, y no sólo la de sus nuevas farolas, sino por la alegría de volver a ser lo que fue, un lugar de juego, de descanso, de encuentro… Un lugar que recuperó su sitio en la ciudad… María José Vázquez Navas.-